Es probable que sea una peculiaridad del carácter irlandés: la emotividad contenida, lo que lleva a Colm Tóibín, en sus novelas, a ser un excavador en busca de sentimientos subterráneos que apenas afloran a la superficie. Es probable, además, que sea una peculiaridad de la literatura irlandesa: girar en torno a algunos lugares, asediarlos, volver a ellos, para ser universal describiendo su aldea.

Enniscorthy, el pueblo en el que nació Tóibín en 1955, ha servido de escenario a varias de sus obras. Como El brezo en llamas (1992), El faro de Blackwater (1999) o parte de Brooklyn (2009), la última novela de Tóibín, Nora Webster, está ambientada allí. Hacia finales de la década de los 60, esa mujer de mediana edad, madre de cuatro hijos, ha enviudado. Pero la vinculación con Brooklyn no es puramente geográfica. En las primeras páginas de Nora Webster, una vecina, May Lacey, viene a darle el pésame a la viuda; al pasar menciona la muerte de su hermana mayor, Rose, y el viaje a Estados Unidos de la menor, Eily, cuya historia, una década antes, es la que se cuenta en Brooklyn: la joven irlandesa que emigra a Estados Unidos, donde trabaja y estudia, donde se enamora de un joven italiano, pero debe volver por la muerte repentina de su hermana Rose...

El tema de Nora Webster es el duelo. Nora tiene a sus dos hijas mayores estudiando lejos de casa y a los dos hijos menores viviendo con ella; no tiene dinero ni ahorros; se siente agobiada por la piedad de los demás. Su hijo menor ha empezado a mojar la cama de noche; el mayor, a tartamudear. (La novela es en parte autobiográfica: Tóibín es representado por el mayor de los hermanos). Está atrapada en un mundo de rivalidades de pueblo pequeño y aburrimiento provinciano; presa de su pena y su viudez. Su esposo era el encantador, incluso su propia familia prefería la compañía de él. No es difícil comprender por qué: ella es impaciente, estricta, poco comunicativa. Los Webster son una familia congelada por el dolor. A diferencia de Brooklyn, en que las historias de amor mueven el relato, es el retrato de una pena personal y una recuperación tan gradual que a veces no se percibe.

Pero ocurren cosas. Está la dificultad de volver al trabajo después de años sin hacerlo con sus empleadores de hace dos décadas, una pareja arrogante, que cree dirigir el pueblo entero. Un acontecimiento importante surge de una reunión con una profesora que despierta su amor por el canto y el descubrimiento de la música. En el trasfondo, comienzan los problemas del conflicto de Irlanda del Norte: lo ven en la televisión y, más tarde, por un tiempo no tienen noticias de la activista hija menor de la familia en las protestas tras los disturbios del Domingo Sangriento de 1972.

Nora es una mujer inteligente, fuerte, pero a la que las circunstancias llevaron a ser casi invisible, hasta que otras circunstancias la llevan a actuar. En cierto momento decide unirse a un sindicato (con el riesgo de enemistarse con su empleador), y cuando su hijo menor es tratado injustamente por un profesor, ella se sorprende por la fuerza de su ira (que la lleva a amenazar con "la maldición de la viuda").

Si entre los temas de Tóibín se cuentan las difíciles relaciones con la tierra natal o la homosexualidad, o una mezcla de ambas, más un dosis de erudición literaria e histórica como en The Master (2004), su novela basada en la vida de Henry James, el tema de las madres podría ser otra de sus obsesiones. Es central en los ensayos de  Nuevas maneras de matar a tu madre (Lumen, 2013) y en Nora Webster, pero también en su novela previa, El testamento de María, en que aborda a la madre por antonomasia, la virgen María. En su vejez ella entrega su versión de la vida de Jesús. El ha muerto crucificado; ella está viviendo sus últimos años en Éfeso, vigilada y mantenida por unos pocos discípulos de su hijo, cuyo fanatismo la exaspera y a quienes considera "un grupo de inadaptados". Dos de estos seguidores se ocupan de ella (uno de ellos es el evangelista Juan). María sabe que están escribiendo mentiras.

Se lamenta porque tal vez si hubiera actuado con más firmeza no habrían seguido los desvaríos de su hijo y él estaría vivo. En realidad, estaba desconcertada por el cambio repentino de Jesús, que se vuelve predicador público y hacedor de milagros (la resurrección de Lázaro ofrece una escena siniestra: vive de nuevo, pero vive en la desesperación y el sufrimiento).

María también está atormentada. Ante el espanto de la crucifixión de su hijo, ella huye del lugar. A diferencia de lo que contarán los evangelistas y las imágenes cristianas, María no tuvo en sus brazos el cuerpo del hijo muerto, ni lavó el cadáver, sino que escapó. Sueña que sostiene al hijo en sus brazos, pero es sólo un sueño.

Nacido católico en un país católico, Tóibín no sólo pretende provocar. Algunos de los aspectos de su contra-historia que pueden parecer chocantes, tienen algún asidero. Por ejemplo, un evangelista dice que los parientes de Jesús (entre ellos, María) pensaban que "no estaba en sus cabales" (Marcos 3, 20-21). Y efectivamente es sólo Juan quien ubica a María a los pies de la cruz (según Marcos, ella ve la crucifixión desde lejos).

A su manera, Nora Webster y El testamento de María son cercanas: obras elípticas y refrenadas sobre la pena y cómo vivir con ella.