El Tribunal Oral en lo Penal de Temuco dictó este martes veredicto condenatorio contra el sacerdote Orlando Rogel Pinuer (53) por abusos sexuales reiterados cometidos en perjuicio de cuatro alumnos del internado San Francisco de Cunco, menores de edad, entre los años 2006 y 2011.

Tras conocer el fallo el fiscal de Omar Mérida solicitó para el condenado una pena de 15 años de presidio, en atención al número de víctimas y reiteración de delitos. La audiencia de lectura de sentencia quedó fijada para el próximo domingo.

"De los seis hechos (por los cuales fue acusado) el tribunal estimó que dos no estaban suficientemente acreditados y cuatro estaban acreditados como abusos sexuales reiterados, es decir que respecto de cada una de las víctimas ha sucedido en más de una ocasión los hechos que nosotros planteamos en la acusación", explicó.

El fiscal Mérida destacó que el juicio se logró fijar espacialmente los hechos siempre a metros del altar de la parroquia, lo que en opinión de la Fiscalía configura una circunstancia agravante de responsabilidad penal.  "Cuando eso ocurre así el hecho tiene mayor gravedad, toda vez que la función de ministro de un culto haga respetar por lo menos el lugar donde se está ejerciendo. Nosotros estimamos que concurre esta circunstancia agravante dado que a metros del lugar del culto se cometía precisamente el delito".

Asimismo el persecutor solicitó al tribunal que no acoja la atenuante de irreprochable conducta anterior invocada por la defensa, ya que la prueba de contexto presentada en el juicio demuestra que desde hace al menos 20 años el sacerdote venía cometiendo los mismos hechos. "No puede ser que una persona que jamás ha cometido un acto irreprochable se presente al tribunal y obtenga el mismo beneficio, en término de determinación de pena, que una persona  que ha pasado su vida cometiendo este tipo de delitos, indicó el fiscal Omar Mérida.

LOS HECHOS
En el juicio se acreditó que los abusos sexuales ocurrieron entre los años 2006 y 2011, cuando Orlando Rogel Pinuer era cura párroco del internado San Francisco de Cunco.

Los abusos los cometió siempre valiéndose de su condición de sacerdote, lo que le permitía ejercer una autoridad y un control sobre determinados grupos, particularmente jóvenes, a quienes además entregaba dinero para sus gastos personales.