EN EL CALENDARIO romano los idus eran días de buenos augurios. No obstante y como lo narra el gran historiador antiguo Plutarco, hubo un vidente que le advirtió a Julio César del peligro mortal que le esperaba en el idus de marzo del 44 a.C.  ("Cuidado con los idus de marzo", en la obra de Shakespeare). El vidente tuvo razón, aunque probablemente basó su adivinación en la lectura de las entrañas de animales muertos o en la observación del vuelo de las aves.

Roberto Méndez, director de Adimark, anunció por Twitter que hoy martes, a eso de las 12 del día, comunicará los resultados de una encuesta política que, entre otras cosas, mide el apoyo al gobierno.

Sean cuales sean los números, me parece fundamental que el señor Méndez dedique hoy un par de minutos de la conferencia de prensa respectiva a explicar bien qué es lo que ha cambiado desde que, intempestivamente y a última hora, el 8 de noviembre del año pasado, decidió cancelar la divulgación de los resultados correspondientes al mes de octubre.

Si mi memoria no me falla, la razón que se dio para la cancelación fue que había existido un altísimo porcentaje de personas contactadas telefónicamente que había rehusado contestar. No recuerdo que el señor Méndez hubiera complementado esa explicación con datos sobre cuáles habían sido los porcentajes históricos de negativa para su empresa y cuál sería, en su opinión, el umbral estadísticamente relevante y por qué.

Lo que sí es cierto, en todo caso, es que la decisión, en noviembre, de cancelar la publicación de los resultados se produjo en un contexto de alto cuestionamiento a los estudios de opinión pública. Pensemos en el bochorno de aquellas encuestas que hasta el final de la campaña municipal seguían dando por ganador a Zalaquett (cuestión que, entre otras cosas sabrosas, dio al trasto con el "balconazo", dejando a Golborne con los crespos hechos).

Yo parto de la base, por supuesto, que antes de lanzarse de nuevo al delicado terreno de las encuestas políticas, Adimark ha resuelto los problemas metodológicos que parecían tan graves hace sólo cinco meses. Leí que la nueva encuesta no se limita a llamar a los teléfonos fijos, sino que incluye también a los celulares. En una de esas, efectivamente las personas se sienten más animadas a responder cuando lo hacen desde el celular. O quizás, en octubre del año pasado, mes de campaña electoral, la gente estaba saturada de hablar de política y que, ahora, habiendo sido llamada en febrero, durante sus vacaciones, ya más relajada, tuvo más ganas de explayarse con el encuestador.

Siendo este un año electoral, las encuestas van a jugar un papel político importante. Todos los ciudadanos tenemos el derecho a exigir que quienes se dedican a esta actividad lo hagan con el máximo rigor y seriedad. Y en esa medida, estas empresas deben transparentar todas su actuaciones. Ya no estamos en los tiempos en que algunos creían poder hacer augurios a partir de la lectura de las entrañas de los animales muertos o de la observación del vuelo de las aves.