El debate presidencial que se llevó a cabo la noche del lunes, transmitido por los canales de televisión abierta, cumplió su propósito de permitir al electorado conocer algo más de las distintas propuestas programáticas y decantar mejor las visiones que están en juego.

A la luz de las definiciones que entregaron ambos candidatos, fue posible decantar la esencia que representa cada uno de ellos. El buen manejo de cifras que exhibió el expresidente Sebastián Piñera, así como la nutrida batería de propuestas que detalló en la mayoría de los temas, lo perfilan como el candidato que probablemente mejor encarna la posibilidad de volver a poner en marcha la economía y recuperar la eficiencia en las políticas públicas. En cambio, Alejandro Guillier, como continuador de la Nueva Mayoría, colocó su empeño en trasmitir el ideario de un país con derechos sociales garantizados y contrario al abuso, buscando encarnar la noción de una sociedad más justa como condición indispensable para el desarrollo.

Pero ambas candidaturas también dejaron traslucir inconsistencias. En el caso del candidato de Chile Vamos, sus inesperados giros hacia la gratuidad en educación superior, el respaldo a una AFP estatal o el "perfeccionamiento" que anunció en este último debate al Acuerdo de Unión Civil, sugieren que ha habido carencias de la centroderecha para transmitir al electorado que su ideario también puede lograr bienestar social, donde la forma de suplirlo parece ser tomando prestados conceptos asociados a la "izquierda". Ello, como era de esperar, ha creado confusión.

En el caso del senador Guillier, parece ser consciente de que sus propuestas despiertan recelo entre quienes estiman que el objetivo de una sociedad más igualitaria pasa inevitablemente por alterar las bases del modelo de economía de mercado, con más impuestos y estatización. De allí que en el debate se haya visto en la necesidad de recalcar que su programa no pretende terminar con la economía de mercado -el solo hecho de tener que mencionarlo ya es llamativo-, mientras que se ha visto en la necesidad de reclutar a economistas más asociados con la antigua Concertación, para intentar dar confianza y alejar suspicacias. Estos guiños, que aparecen como un pie forzado, han provocado la evidente molestia del Frente Amplio -cuyos votos necesita indispensablemente para ganar-, e incluso diferencias al interior de la propia Nueva Mayoría.

En los días que restan será necesario que ambas candidaturas precisen mejor el costo fiscal de sus respectivos programas y su fuente de financiamiento, pues como se pudo apreciar en el debate, hay todavía inconsistencias por despejar. En el caso de Chile Vamos, aún subsiste la interrogante  de si será posible un recorte de gastos de US$ 7.000 millones en el período -también surgen dudas de cómo logrará bajar el impuesto corporativo, y a la vez mantener el actual nivel de la carga tributaria-, en tanto que la interpelación que ha recibido la Nueva Mayoría respecto de que el costo de su programa sería cuatro veces superior a lo anunciado, así como las discrepancias que han surgido sobre cómo se pretende condonar parte de la deuda del CAE, requiere de indispensables aclaraciones, las que hasta ahora son inconsistentes. Las candidaturas deben disciplinarse para que el costo fiscal de sus propuestas esté al detalle, porque ello es consustancial para un voto informado y responsable.