QUIENES sostenían que una vez convertido formalmente en el presidente número 45 de la historia de Estados Unidos, Donald Trump dejaría atrás su retórica confrontacional comprobaron ayer que estaban equivocados. En varios pasajes de su discurso de asunción el mandatario reiteró el tono exhibido en la campaña, con un fuerte sentimiento nacionalista y una dura crítica al establishment de Washington. "Por mucho tiempo un grupo pequeño en la capital de nuestro país cosechó los beneficios del gobierno, mientras el pueblo se llevó el costo. (…) Desde ahora en adelante una nueva visión gobernará nuestra tierra (…) y sólo va a ser América primero, América primero".

Trump asume la presidencia no solo como uno de los mandatarios menos populares que llegan al poder en ese país y bajo la sombra de eventuales conflictos de interés que no ha logrado despejar del todo, sino en medio de un clima de incertidumbre alimentado por su retórica proteccionista y los giros que podría dar en las relaciones internacionales. Una línea que ayer reiteró. "La riqueza de nuestra clase media le fue arrebata de sus casas y luego redistribuida alrededor del mundo. Pero eso quedó en el pasado. Y ahora solo vemos el futuro (…). Traeremos de vuelta nuestros trabajos. Traeremos de vuelta nuestras fronteras. Traeremos de vuelta nuestra riqueza", aseguró.

Un mensaje al que se suman sus recientes declaraciones sobre política exterior que sugieren un giro evidente en la línea que había seguido el país hasta ahora. Sus críticas a Europa y la OTAN parecen adelantar un quiebre en la histórica alianza entre Washington y el Viejo Continente, y han generado inquietud en la UE. Lo mismo que el eventual fin de la política de "una sola China" y el acercamiento al presidente ruso Vladimir Putin, que podría tensionar sus vínculos con sectores del propio partido republicano. Si bien no es posible descartar que todo ello no sea más que una estrategia de negociación, lo cierto es que contribuyó a tensionar las relaciones exteriores.

En el plano económico su proyecto de traer de vuelta inversiones a Estados Unidos bajo amenaza de alza de aranceles, parece estar dándole resultados, aunque es muy temprano para saber si ese proceso se consolidará. Durante las últimas semanas, por ejemplo, Ford y General Motors anunciaron el traslado de inversiones al país. Si bien se trata de planes de largo plazo, que no pueden ser explicados solo por el eventual "temor" a las medidas del nuevo presidente, lo cierto es que favorecen las promesas del mandatario, que él se encargó de reiterar ayer. "Desde ahora seguiremos dos simples reglas: comprar estadounidense, contratar estadounidenses".

Junto con lo anterior, Trump debe hacer frente a un país dividido que quedó en evidencia ayer con las protestas que se produjeron en Washington y la ausencia de algunos congresistas demócratas en su asunción. Al final de su discurso intentó hacerse cargo de ello, pero las consecuencias de ese clima se verán con el tiempo. Lo cierto es que hasta ahora el nuevo presidente de Estados Unidos solo ha podido ser evaluado por sus discursos, sus tuits y sus entrevistas, pero los verdaderos alcances de su gobierno y los eventuales efectos disruptivos de sus políticas en el escenario internacional solo se verán una vez que comience efectivamente a ejercer el cargo.