Las editoriales cartoneras son un fenómeno latinoamericano que aborda la edición independiente, el reciclaje y el discurso crítico a través de la publicación de libros -poesía, cuento, novela breve, teatro, literatura infantil, etc.- con tapa de cartón y diseños distintos, que son resultado de una cadena de producción alternativa, de apoyo y consciente de las necesidades sociales.

Todo surgió en Buenos Aires, en medio de la crisis el 2003. El escritor Washington Cucurto y el artista Javier Barilaro crearon la primera editorial cartonera: "Eloísa Cartonera" -que lleva ese nombre por un amor de Barilaro-. Juntos compaginaron y armaron los primeros libros colorinches con tapas hechas del cartón que compraban a los recolectores.

Formaron un grupo que quería trabajar de otra forma, como dicen en el sitio de Eloísa, donde

aseguran que sus lineamientos son

"el cooperativismo, la autogestión y el trabajo para un bien común"

, entre un agitado contexto social en Argentina debido a la crisis que empezaba su tercer año.

Partieron en ferias vendiendo verduras y estos libros sin pensar en el fenómeno cultural que estaban iniciando. Hoy son una cooperativa de trabajo y reciclaje autogestionada establecida en el barrio de la Boca, con más de 200 autores latinoamericanos publicados. Más aún, fueron la inspiración del casi centenar de cartoneras que se expanden por América Latina, Europa, Asia y África.

En Chile existen 16 de estas editoriales repartidas por Santiago, Valparaíso, Concepción, Alto Hospicio y Puerto Montt. La primera fue Animita Cartonera la que surgió de un grupos de estudiantes de literatura el 2006.

Ximena Núñez, editora general de Animita, asegura que es un proyecto que requiere "un esfuerzo en energía, trabajo y plata" por el arisco contexto de chileno con los proyecto socioculturales. "Apesar de no perseguir lucro, tuvimos que adquirir la figura de empresa o no íbamos a poder postular a fondos, ni recibir donaciones", asegura.

Para ella las cartoneras nacen por necesidades principalmente sociales y entregan un discurso crítico en el libro terminado. Éste muestra una alternativa sistémica a través de una cadena de situaciones sociales que se viven en su producción -rectificación del cartonero, fomento al lector, la importancia de la cooperatividad de la producción-.

Mirada que la fundadora de Animita expuso en la Universidad de Madison-Wisconsin, institución que produjo un congreso con cartoneras latinoamericanas el año 2008 y que posee la biblioteca cartonera más grande del mundo, detalle que según Núñez refleja lo que tiende ocurrir:"hay más preocupación de los fenómenos culturales latinos fuera de la región".

En mayo del año pasado, Santiago celebró el primer encuentro de editoriales cartoneras nacionales. La iniciativa fue de la Biblioteca de Santiago, luego de que Sergio Rodriguez,  jefe de la sala de literatura, supiera del fenómeno al leer el libro de Paloma Celis y Ksenija Bilbija: "Akademia Cartonera: Un ABC de las editoriales cartoneras en América Latina", editado por la Universidad de Wisconsin-Madison.

Al encuentro asistieron cinco editoriales: Calafate, Olga, La vieja sapa, Las Meninas e Isidora Cartonera. En él, a Rodríguez le llamó la llamó la atención la convocatoria que hubo y el interés por conocer la experiencia. Asegura que fue un  evento importante porque "logramos que se contactaran entre las editoriales y que surgieran varias nuevas después de aprender de quienes expusieron e hicieron talleres".

Olga Cartonera, cuya fundadora es la bibliotecaria de la Anepe, Olga Sotomayor, fue a exponer su experiencia. "Tenía ganas de publicar lo mío y una editorial grande lo iba a hacer, empecé a contactarme con todas las cartoneras para aprender", un año después el 2012, lanza 100 ejemplares de su poemario "Susurros que gritan".

Ya tiene seis libros de distintos autores en el catálogo de su editorial, y asegura que "los encuentros son necesarios para conocernos e integrarnos como grupo para fortalecer las redes, así podremos ampliar la oferta de libros y difundir el trabajo".

Trabajo que juicio de César Rey, uno de los editores de La Vieja Sapa Cartonera -que estáa días de publicar su 5to libro-, intenta "democratizar la lectura y la posibilidad de escribir". Él y dos amigos, todos estudiantes de literatura de la Universidad Católica, partieron como "como crítica a la institucionalidad literaria que no ayuda a la  difusión de conocimiento". Asegura que pertenecen a comunas periféricas, donde pueden ver "que hay lugares donde la literaturas no llega y queremos que la cartonera genere instancia".

La forma más recurrentes en que estas editoriales abren las puertas a los nuevos escritores, que no son rentables para las

"editoriales grandes"

, es con los concursos, cuyo premio es publicar. La iniciativa está presente en casi todas la editoriales nacionales, sin embargo surge en la pionera bonaerense Eloísa Cartonera que hace años llaman a enviar sus manuscritos a postular para ser el

"Nuevo Sudaca Border"

.

Y así van sumando las ediciones cartoneras de las que la Biblioteca de Santiago quiere dejar registro a través de la nueva colección de libros cartoneros que inaugurará el segundo semestre de este año. Sergio Rodríguez, a cargo de la sala de literatura de la institución, asegura que con esto buscan "tener una forma mantener la memoria del material y  no perder su registro ya que estas son las que relatan el fenómeno bibliográfico de las editoriales cartoneras, quienes  democratizaron el acceso a los nuevos autores y han situado al libro como un objeto de arte".

La pretensión de la biblioteca es inaugurar este fondo bibliográfico con más de 100 ediciones. Hoy llevan 50 pero no será difícil reunirlos ya que se están formando redes con las editoriales cartoneras latinoamericanas. Para octubre de este año han llamado al segundo encuentro de cartoneras en el que está vez desean "ampliar la frontera y convocar a editoriales de américa latina y que se afiancen para que más adelante este sea un encuentro de la región", consignó Rodríguez.