Es la oportunidad para que la historia mayor dé paso a la historia menor. El instante en que Edipo cede su lugar protagónico a su padre, Layo, en el teatro. "Layo puede ser tomado como un personaje secundario, pero finalmente es él quien abandona a su hijo en un monte; por culpa de él y de sus pasiones, se desata la maldición de su casta, la que todos conocemos: que Edipo se enamora de su madre, mata a su padre, se saca los ojos…", detalla Valentina Araneda, quien estuvo a cargo de la dramaturgia de El crimen de Layo, el estreno reciente de la Sala de Teatro de la U. Mayor, antes de cerrar: "Edipo es una víctima de su propia biografía".

Araneda, en diálogo constante a su vez con Helmuth Höger, director del montaje, tardó cuatro años en trazar la escritura de la obra que estará en cartelera hasta el 10 de julio. Tiempo en que esta "tragedia griega contemporánea" fue levantada desde cero, pues si bien en las biografías de Eurípides hay menciones a la existencia de la obra, no hay registro de ella,  así como de tantos escritos del periodo.

Con una propuesta que acoge un lenguaje más clásico, y basándose en una de las mitologías sobre Layo, la pieza protagonizada por Freddy Araya, Camilo Fernández, Leonor Lopehandia, Alonso Torres y Alejandro Ubilla, trata sobre cómo el padre de Edipo -hospedado en las tierras de Pélope- se enamora perdidamente de Crísipo -hijo de Pélope-, y tras tomarlo como discípulo desencadena un final trágico tras abusar de él: la maldición de las tres generaciones venideras.

"Tiene que enseñarle, pero también se enamora, manipula, controla y rompe con la confianza del que lo recibe en su casa", dice Alejandro Ubilla.  "Sin embargo, esto de que los maestros tuviesen a sus estudiantes como parte de su placer carnal era súper permitido. La idea de que la enseñanza se entrega también a través del contacto sexual", agrega sobre la relación que, leída con ojos contemporáneos, se tiñe de abuso: una referencia es el caso Karadima en Chile, el que fue un referente a la hora de la escritura.

"En El crimen de Layo lo homoerótico dialoga con el abuso de poder. Por eso elegimos que la historia tuviese un ring de boxeo como soporte, donde ocurre la obra, porque es mucho más atractivo en la línea de lo que estamos proponiendo: la atracción entre dos personas, sin importar su sexo, que es la línea de lo que queremos hacer como compañía. Sin ir más lejos, en Grecia había una estatua de Eros afuera de cada gimnasio. En el mundo griego nunca fue tema relacionarse entre hombres", subraya el director, Helmuth  Höger sobre lo que tienen en mente como compañía: llevar al teatro temáticas netamente homoeróticas. Un propósito para el que ya existe un segundo proyecto, el que esperan llegue a buen puerto posiblemente junto a la asociación con una compañía alemana. Uno que involucra la figura de Paul Schäfer, la pedofilia y el apoyo que tuvo en época de dictadura.