Trastornos del lenguaje, déficit atencional, discapacidades auditivas, visuales e intelectuales, o en un grado mayor, autismo y disfasia son algunas de las necesidades especiales que presentan cerca de 230 mil alumnos regulares del sistema público y particular subvencionado en nuestro país.

El Programa de Integración Escolar (PIE) del Ministerio de Educación, aplicado en 4.861 establecimientos, busca apoyar a estos menores en su inserción y desarrollo educacional. Gonzalo Muñoz, jefe de la división de Educación General del Mineduc, añade que "la ley de inclusión (recientemente aprobada por el Congreso y en etapa de revisión en el Tribunal Constitucional) es un gran paso en esta dirección. Sin embargo, el camino que nos queda por recorrer es todavía desafiante, por lo que estamos trabajando con fuerza este tema", explica.

El trabajo académico con alumnos con necesidades educativas especiales (NEE) requiere un importante esfuerzo humano y económico. Ursula Ulloa, psicopedagoga del colegio Siembra, ubicado en Bajos de Mena, en la comuna de Puente Alto, explica que en su caso trabaja con 25  menores de distintos cursos lo que implica no sólo ser una profesora, sino que muchas veces convertirse en una madre o una hermana, para así dar apoyo afectivo a los niños que atiende. "Hay niños que llegan con distintos estados anímicos. A veces ellos no tienen buenas expectativas del proceso que están viviendo. No creen en ellos mismos, entonces además de apoyarlos en las áreas en las que están descendidos, debo continuamente reforzar el autoestima". 

El desafío de la inclusión

El PIE permite un máximo de siete alumnos con necesidades educativas especiales por curso y dentro de ellos, sólo dos con afecciones más severas o permanentes, como es la sordera, el autismo y la disfasia, entre otros. Cada uno de estos cupos está asociado a una subvención especial, más alta que la normal y que bordea los 101 mil pesos, según el curso y el tipo de necesidad, montos que van destinado a la contratación de especialistas. Estos cupos muchas veces no alcanzan a cubrir la demanda, aun así "las escuelas, independientemente de los cupos del PIE, no pueden expulsar ni rechazar a estudiantes por presentar necesidades educativas especiales", explica Muñoz.

El colegio Siembra desde el 2013 aplica el PIE. Según Margarita Pérez, directora del colegio, además de los cinco niños que reciben la subvención, hay un gran porcentaje que tiene una NEE y que debe recibir ayuda extraordinaria. De acuerdo a Ursula Ulloa, hay alrededor de cinco niños más que no están en el programa de integración. "Hay veces en que son algunos alumnos los que piden ayuda, se dan cuenta de que la necesitan. En esos casos, trabajo informalmente con ellos. Los saco con el resto del grupo, pero no están en una lista oficial".

Desde el Mineduc precisan que el PIE es un programa voluntario para los colegios. "Podría darse que existan estudiantes que no están registrados ni recibiendo la subvención de educación especial. Sin embargo, muchas escuelas ocupan los recursos de la Subvención Escolar Preferencial (SEP) y la propia subvención general para apoyar a estos estudiantes", señaló Muñoz.

El apoyo académico en estos casos se desarrolla en dos fases. Por un lado está el trabajo en la clase normal, junto al resto de los compañeros y uno focalizado, en lo que se define como Sala de Recursos. "Ahí se realiza un plan de intervención, el que se hace de acuerdo a la evaluación diagnóstica y luego se van potenciando las habilidades que necesitan".

Estas medidas son parte de los esfuerzos por incluirlos en la educación. De acuerdo a Muñoz, a pesar de ello, "somos conscientes de que ésta es un área con muchos desafíos", asegura.

A pesar de las dificultades que se pueden encontrar en el camino, Ulloa manifiesta que "se ven logros. Ellos son niños capaces de adquirir habilidades, estrategias y aprendizajes que se les enseña. Algunos pueden egresar del programa al primer año de trabajo con ellos, con otros hay que seguir trabajando". Un trabajo que día a día significa desafíos, ya que "no es sólo una labor docente, también es una afectiva".b