AUNQUE históricamente los conflictos limítrofes en el continente han sido explotados políticamente, los casos artificiales abundan en nuestras fronteras. Resulta curioso que la tradición de nuestro país haya sido muy diferente, ya que, en general, nuestros conflictos limítrofes han sido avivados por otros.

Incluso cuando en estas situaciones nuestra actitud ha sido demasiado pasiva, hemos actuado sin fuerza o demostrado poco interés o la debida importancia, la sanción social ha sido fuerte, lo que demuestra que son asuntos cuya utilización con fines internos también sería factible en Chile.

Todo indica entonces que -así como Bachelet subió sus niveles de aprobación al final de su período, gracias a la crisis económica internacional y fuertemente blindada por su ministro de Hacienda, quien cosechó reconocimiento, haciendo parte del "trabajo sucio" y dejándole a ella el cariño y la cercanía- el actual contexto de cuestionamiento a los límites con Perú y el mediático juicio en La Haya puede transformarse en el hito del cual el Presidente Piñera podría legítimamente valerse para producir un quiebre comunicacional. Un asunto que preocupa a todos y genera un ambiente de unidad nacional es perfecto para ese objetivo.

Esta semana Piñera demostró -ante la opinión pública-, dominio y seguridad pero, además, y fundamentalmente, pasión por el tema. Todos elementos esenciales para una buena comunicación cuando se quiere construir confianza en el público. El juicio en La Haya le permitió volver a mostrarse frente a la ciudadanía, precisamente con aquellos atributos que más se han valorado en él y por los cuales fue elegido.

Quienes confunden emoción con sensibilidad seguirán criticando que el Presidente carece de emociones y, por consiguiente, comunica mal y no es querido por los ciudadanos. Lo que le da fuerza y eficacia a la comunicación son las emociones, no la sensiblería ni el sentimentalismo. Esto último puede generar empatía y un sentimiento de cariño, pero no la percepción de buen gobernante ni menos traducirse en votos.

Lo que se debe perseguir es el reconocimiento que los públicos hacen del comportamiento de un líder en el tiempo y, especialmente, del grado de cumplimiento de los compromisos asumidos y de las expectativas planteadas. Transformar La Haya en un hito puede contribuir a recuperar la valoración positiva de la imagen presidencial, la que sostenida en el tiempo puede generar confianza y reconocimiento.

Con todo, el resultado en La Haya conlleva un peligro anticipable, pero no controlable en materia de imagen. Faltando pocos meses para la elección presidencial, algunos tendrán como prioridad sus intereses electorales, tanto personales como partidistas, por sobre el bien del país y no será extraño, entonces, que pretendan pasarle la cuenta al Presidente frente a una derrota en este juicio. Un anticipo de esa maniobra es la molestia manifestada cuando Piñera aludió a "errores cometidos por Chile" y que algunos leyeron como "errores anteriores". Frente a un fallo adverso, veremos a algunos expertos, que ahora explican La Haya con alta cobertura y figuración mediática, actuando guiados por fines electorales.