Una generación dorada contra un proyecto a largo plazo. Una camada de jugadores sobresalientes e innatamente ambiciosos, contra un grupo formado y educado para ser el mejor. Hoy se enfrentan dos visiones futbolísticas opuestas tanto en el concepto como en la praxis: Chile versus Alemania.

A un costado de la cancha, el regente de la banca germana realiza ademanes contenidos y precisos. No le gusta lucirse; ese trabajo se lo deja a su ceñida vestimenta italiana y a sus jugadores en el campo. Es por ello que Joachim Löw no grita. Le obsesiona el control y la limpieza, táctica como personal: la explicación al pulcro juego de la Mannschaft y a ciertas manías inadecuadas, por decir lo menos, del DT.

La revista alemana Der Spiegel lo describía como el "alemán ajeno", debido a su carencia de euforia teutona. Todo lo contrario a los manierismos de Jürgen Klinsmann, quien llamó a Löw para que fuese su ayudante en el Mundial del 2006.

Los roles del tándem eran claros: Klinsmann hacía de motivador, quien dotaba a los jugadores de una actitud temeraria; Löw era el táctico, el encargado de parar el equipo en la cancha.

"Había sido profesional durante 18 años, y en esos 18 años ningún técnico supo explicarme cómo se mueve una defensa de cuatro. Con 'Jogi' lo entendí en un minuto", declaró el ex delantero sobre Löw.

Así iniciaba un proceso a largo plazo que culminaría con Alemania como campeona del mundo, pero las raíces de tal revolución no comenzaron allí.

Año 2000. Eurocopa organizada por Holanda y Bélgica. Torneo que marcaría un antes y un después en la historia del fútbol alemán. En aquella competición no pasarían de la fase de grupos, quedando últimos sin ninguna victoria. La derrota sufrida por 3-0 ante una Portugal repleta de suplentes fue más de lo que pudieron soportar en la federación alemana (DFB). Una humillación así no podía repetirse. Era tiempo de cambiar.

La DFB dio forma a un proyecto que trascendía a todos los equipos de la Bundesliga y a las escuelas formadoras de técnicos. De esta manera, tanto entrenadores como juveniles se educarían bajo un estándar de la más alta calidad, que apuntaba a homologar los proyectos de Brasil, Argentina y España.

El poderío físico y mental de los germanos, que tantos réditos les había traído en el siglo XX (tres mundiales), ya no bastaba en los inicios del XXI. La táctica y, por sobre todo, el talento, se alzaban como el nuevo paradigma reinante en el fútbol mundial. O al menos así lo entiende Löw.

Tras el Mundial del 2006, Klinsmann dio un paso al costado, no sin antes asegurarse de que su ayudante lo sucediera en el puesto. La era del arrojo del ex goleador daba paso al trabajo a largo plazo de Jogi, quien en conjunto con la federación, se hizo cargo de las academias formativas de todo el país.

Fue así como en el Mundial de Sudáfrica presentaba uno de los planteles más jóvenes, con un promedio de 25 años. Jugadores como Lahm, Klose y Podolski apadrinaban a los desconocidos Müller, Ózil y Khedira. Si bien los títulos no llegaban, se observaba una consistencia: tercer puesto en Sudáfrica y semifinalistas de la Euro del 2012. En 2014, en Brasil, sería la consagración. Premio al trabajo, a la paciencia y a la fe en un proyecto.

Ahora, la Mannschaft es reconocida por un estilo que combina la misma fuerza física y mental de generaciones pasadas, con el ritmo vertiginoso y táctico que ha sabido impregnarle a su propia era. Una impronta indeleble escrita con ataques vertiginosos, flexibilidad a la hora de defender y control del medio campo.

Quien se ha convertido en el primer entrenador en obtener más de 100 triunfos con una selección ha probado que su método funciona. El viernes, Alemania sub-21 se coronó campeona de la Eurocopa, y hoy el plantel B disputa la final del segundo torneo FIFA más importante. No se preocupan por el recambio. Todo gracias a Löw.