EL AJUSTADO conteo de votos de las elecciones presidenciales de Ecuador celebradas el pasado domingo anticipan que habrá balotaje, y con alta probabilidad estará marcado por la misma tónica de la primera vuelta, esto es, tensión e incertidumbre sobre cuál de los dos proyectos logrará el triunfo. Con el 99,52% de las mesas escrutadas, el candidato oficialista Lenín Moreno obtiene el 39,35% y su contendor, Guillermo Lasso, ex banquero ligado a las fuerzas de derecha, capta un 28,10% de los votos. Esta tendencia, según afirmó el Consejo Nacional Electoral de Ecuador, no podrá cambiar. De esta manera, por primera vez desde que el actual presidente, Rafael Correa, ganó en 2006, los ecuatorianos se enfrentarán a una segunda vuelta.

Este hecho refleja que, aun cuando el correísmo sigue fuerte, una parte considerable del electorado también parece haber dado una importante señal de disconformidad con el modelo impulsado por el mandatario y la necesidad de introducir cambios. Si bien Correa logró ganar en primera vuelta en las elecciones de 2009 y 2013, la situación de Ecuador ahora es diferente. Esto, debido a que el oficialismo ha perdido apoyo no solo por el complejo escenario económico que vive ese país, sino también por el descontento de la clase media, los constantes roces de Correa con diferentes sectores -en particular su hostigamiento hacia la prensa que no le resulta afín- y algunas denuncias de corrupción que involucran al gobierno, como por ejemplo los supuestos sobornos de la constructora brasileña Odebrecht a funcionarios de gobierno por un valor estimado de US$ 35 millones.

En estas elecciones se observa que existe un creciente número de ecuatorianos que se sienten más identificados con el modelo propuesto por Lasso, inclinado a fomentar la inversión extranjera y bajar los impuestos para estimular el consumo y la producción nacional, contrario a lo planteado por Moreno, quien, al igual que Correa, pone el acento en el gasto social e impuestos, modelo que parece estar mostrado claras señales de desgaste.

Aun cuando bajo la administración de Correa el país parece haber alcanzado un mayor nivel de estabilidad política, es un paso positivo que el electorado comience a tomar distancia de los estilos caudillistas y busque introducir cambios. El debilitamiento del correísmo también representa un nuevo golpe a los países que conforman la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) -bloque al que también pertenece Ecuador-, lo que desde el punto de vista del interés regional es una señal alentadora, considerando las regresivas ideas que sustentan dicha agrupación, como es el caso del chavismo. En el marco de una mayor presencia de gobiernos de tendencia más conservadora en la región, los resultados de las elecciones ecuatorianas podrían sugerir el advenimiento de cambios en esa dirección.