Eso es la selección chilena. Una maravillosa distorsión de la realidad de nuestro fútbol. Mientras La Roja se prepara para iniciar una nueva aventura en lo más alto a nivel internacional, el medio local sigue mostrando sus miserias. Debatiéndose en el subdesarrollo y la mediocridad. Es cierto que esta directiva ha logrado ciertos avances, pero hay varios males que frenan el crecimiento y reproducen permanentemente la putrefacción.

La llegada de las sociedades anónimas fue un fiasco, salvo excepciones. No hay una política clara en los clubes, tampoco grandes inversiones en planteles y menos en infraestructura deportiva. Las instituciones, en su mayoría, están igual que hace diez años o peor. Las grandes contrataciones no existen e incluso hoy se valoran mercados como el de Venezuela y Bolivia, trayendo jugadores que en otra época jamás hubieran podido pisar nuestras canchas. Grandes grupos empresariales argentinos están aliados con representantes chilenos que a su vez poseen el nexo con gerentes técnicos o directivos encargados de las contrataciones que, curiosamente, terminan fichando precisamente a los jugadores que les pertenecen. Sospechoso, por decir lo menos.

La intención es instalar a jugadores o técnicos, en su mayoría sin méritos ni trayectoria, para ponerlos en vitrina y luego llevarlos a otros mercados más rentables agrandando el corral. Hay números escandalosos: en los últimos cinco campeonatos de Primera A y B se han iniciado, y terminado fracasando, más de 60 procesos de estrategas extranjeros. Los que sufren son los técnicos nacionales y los cadetes que ven cómo son postergados al no ser atractivos porque no ofrecen comisión.

Todo este círculo vicioso se completa con dirigentes que, ante su ignorancia futbolística, delegan las decisiones en tipos corruptos y un periodismo poco inquisitivo que se frena ante la imposibilidad de comprobar estos actos. Nadie firma un comprobante por una coima, se aduce como excusa.

Los clubes, transformados en empresas, se enfocan cada vez más en la ganancia pequeña de la compra y venta, olvidando completamente la historia y la tradición que encarnan. No hay cercanía con las hinchas o la ciudad que representan. Sólo existe el presente y la mirada corta. Las consecuencias son tremendas, pero pocos parecen verlas. La selección actúa como una cortina de humo, como un bálsamo momentáneo y peligroso, pero es un hecho: no todo lo que brilla es oro.

Los ceacheí y los goles de Alexis y Arturo sirven para evadir la realidad. El fútbol chileno está cada vez peor, pero nadie quiere verlo. Nadie.