Acúsome padre, cito a mi profesor de redacción periodística Enrique Ramírez Capello: no vi el partido de Chile con Australia. A la misma hora estaba en la tribuna de prensa del estadio de Sochi transmitiendo Alemania con Camerún para la web de Canal 13. Tenía una pantalla lateral, sin audio, donde podía echar vistazos de lo que ocurría en Moscú. Difícilmente se pudiera retener lo suficiente para hacer algún análisis. Claro, está la posibilidad de buscar el partido entero en algún archivo de internet. Seguro que ya alguien lo subió a youtube. Pero no estoy tan aburrido como para eso. Me fui a la playa y me sumergí en el mar Negro.

Si no lo vi, chao. Hay buenos compactos para lo esencial, unos diez minutos, el resto se los dejo a ustedes. El fútbol tiene que ser en directo para despertarme interés. A menos que sea un partido de hace 40 años. Tampoco hay demasiadas cosas escondidas que se puedan averiguar. Un equipo rústico nos empató y su gol fue por el vicio de salir jugando siempre cuando hay momentos que se debe reventar. Vaya la novedad.

Cada vez soy más perfumista para ver el fútbol. No porque fabrique perfumes como el personaje del poema de Cavafis que murió en un puerto lejano, sino porque adhiero completamente a la postura de Roberto Perfumo, el gran zaguero central y comentarista argentino. Perfumo, fallecido hace muy poco, decía que él, en el fútbol, se enamoraba de "la jugada". En un partido, con sus altas y bajas, hay momentos que producen escenas de gran contenido estético. Como el golazo de Demirbay de derecha, su pierna menos hábil, tras hacer una pared con Draxler. Siete segundos para crear una jugada perfecta. Listo, desde la tribuna uno está pagado. O también, sin ser tan prolija ni efectiva, se disfruta de la gambeta de Christian Bassogog. Casi nunca terminan en algo importante, pero hay algo rítmico, muy visual y rápido en el puntero derecho de Camerún.

En la actualidad los sistemas, los dibujos e incluso la filosofía de los entrenadores se imponen en las discusiones sobre fútbol. Esos mismos entrenadores que han alcanzado un protagonismo inesperado por sobre los futbolistas. La changanga conceptual me tiene sin cuidado. Cada partido es distinto y lo que ocurre en la cancha manda. Si Pizzi se ve obligado a defenderse el jueves y así le gana a Portugal, bien hecho. Como Sampaoli, por ejemplo, colgó a todo el equipo del travesaño en Turín para arrancarle un empate a la Juventus ¿Alguien podría reprochar ese empate del Sevilla? De Guardiola se han escrito 20 libros, pero desde que se fue de Barcelona no logra hacer nada importante. Aunque les duela a muchos, el Manchester City de Pellegrini jugaba mejor y fue campeón.

Por eso no me distraigo. Me enfoco en el juego, en los nombres propios y en último término en los sistemas cuando sirven (todos fallan en algún momento). Pero, antes que todo, disfruto del partido que se está jugando frente a mis ojos en ese instante y que me va a regalar una jugada, al menos una, que me alegre el día. Por eso me sobo las manos para México y Alemania que tengo el privilegio de transmitir el jueves. Espero sea un partidazo. La semifinal de Chile con Portugal la veré sentado, tranquilo, con un buen Martini en la mano. Qué lindo poder enfrentar al campeón de Europa y al mejor jugador del mundo. Enjoy.