ES LA HORA. Esta semana el Senado votará la reforma que asegura la elección de los hoy intendentes por el voto popular. Los argumentos son inobjetables. Chile es centralista en lo político y concentrador en lo económico. Muchas regiones son verdaderas zonas de sacrificio, de la pésima calidad de vida que atenta contra la salud de sus habitantes.  Lo primero es asumir que descentralizar es redistribuir poder, hoy concentrado en pocas manos, en ocho manzanas de Santiago. Esto impide a las regiones desplegar sus potencialidades e inhibe la integración de las capacidades locales a favor del emprendimiento, la creatividad y la formación de cadenas productivas industrializadoras.

Buscamos promover la defensa eficaz de los ecosistemas y de las comunidades que viven en ellos,   respeto a la diversidad cultural y étnica de los territorios con sus tradiciones, costumbres y forma de ver  y sentir a Chile.

Compartimos este diagnóstico, en julio de 2014, un grupo importante de senadores, de todas las sensibilidades políticas, quienes suscribimos el “Manifiesto por la Descentralización”. Hemos recorrido el país promoviendo este acuerdo  descentralizador para superar una anomalía: Chile es el único país de la Ocde que no elige su autoridad regional por votación popular. Debemos aunar  voluntades asumiendo que, iniciativas en favor de la descentralización en el marco de un estado unitario, las debemos enfrentar con responsabilidad, gradualidad, asignando de manera eficiente los recursos, desplegando una adecuada comunicación, promoviendo la participación, pero mostrando decidida convicción por esta necesaria reforma. En este caminar político transversal colaboramos con la Comisión Presidencial que se creó para estos efectos.

Muchos países más avanzados han desplegado una intensa agenda reformadora a favor de sus regiones, provincias y comunas.  El modelo de descentralización francés, es un ejemplo; François Mitterrand, fue el gran impulsor de estas reformas secuenciales que inicialmente tuvieron muchas dudas. Si tuvo éxito fue porque mostró convicción y liderazgo para digitar este proceso. La discusión que hoy se da en nuestro Senado no difiere, de fondo, con aquel debate francés. Podríamos también citar otras experiencias comparadas. Por lo mismo es que debemos hacer hincapié en que estamos al inicio de un proceso que por su naturaleza y complejidad debe ser gradual y acumulativo: dotemos de legitimidad democrática a las nuevas autoridades aprobando la elección de los gobernadores, ampliando el rol de los consejeros regionales y, en paralelo, vayamos dibujando los contornos de esta regionalización, los roles de sus autoridades, sus asignaciones, los recursos financieros y los plazos contemplados.

No seamos ingenuos. Siempre que un gobierno ha intentado aumentar la participación ciudadana, las fuerzas conservadoras apelan a los mismos argumentos: populismo, caudillismo, demagogia, desorden, desprolijidad, etc. No caigamos en ese juego inconducente. Debemos estar disponibles a aportar al proceso descentralizador. Si hay voluntad, podemos aprobar una buena ley  y  tener una mayoría de votos que nos permita esta elección el 2017. Queda recordar que, la descentralización, fue una promesa de campaña de la Presidenta  Bachelet y está en el programa de gobierno. No propiciemos una derrota a la Presidenta y a nosotros mismos. Como una contribución para desbloquear el proyecto y, aunar las voluntades del gobierno y la oposición,  propusimos junto a otros senadores independientes bajar a 40% el umbral de elegibilidad. No hay excusas ni manzana de la discordia. Cumplamos nuestros compromisos.