FRENTE AL anuncio de Chile Vamos de recurrir al Tribunal Constitucional (TC) en caso de que se apruebe el proyecto que despenaliza el aborto en tres causales, llamó especialmente la atención la actitud que adoptó el senador y candidato presidencial de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, quien señaló que si llega a La Moneda "reformulará el organismo", porque a su juicio su actual composición pone en "riesgo la institucionalidad" e impide cumplir con su función, que es "pensar en el país". Sus dichos responden a que a fines de agosto asumirá la presidencia del TC -cuyo voto es dirimente en caso de empate- un ministro que fue nombrado por la administración de Sebastián Piñera.

Resulta sorprendente que quien aspira a detentar la primera magistratura ponga en entredicho una instancia clave de la institucionalidad simplemente sobre la base de prejuicios políticos y anuncie la necesidad de una reforma de gran envergadura sin ofrecer detalles de sus contenidos ni proporcionar más justificación que su propia forma de entender el rol de este tribunal.

Es lamentable que un candidato presidencial pretenda que un proyecto de especial relevancia como la despenalización del aborto, que trata sobre los alcances del derecho a la vida, sea despachado sin el debido debate y de forma superficial, lo que en su caso parece ser una actitud reiterada. Así ocurrió, por ejemplo, con la llamada "ley mordaza", proyecto que aprobó por error debido a que reconoció no haber leído con suficiente atención, o su falta de definiciones en materia programática, ironizando que su programa será "cortito". El país ciertamente espera de sus líderes mayor capacidad para elevar el nivel del debate.