Levantó la mano y tomó la palabra en uno de los plenos de la Corte Suprema. El ministro Haroldo Brito argumentó que por antigüedad le correspondía ser presidente del máximo tribunal e hizo un punto con sus pares que llevan más tiempo, pero que ya expresaron -por diversos motivos- no querer asumir el cargo: "Yo sí quiero".

Lo que el senador RN Alberto Espina auguró el 18 de abril en la Comisión de Constitución del Senado está a punto de hacerse realidad. Esa vez el parlamentario inauguró la ronda de preguntas a quien en ese momento era la candidata de la Presidenta Michelle Bachelet para asumir el cargo de fiscal judicial de la Corte Suprema, la ministra Lya Cabello.

-Hay una posibilidad de que el ministro Haroldo Brito sea presidente de la Corte Suprema aun cuando no es a quien le corresponde en el orden de sucesión actual.

La reflexión de Espina en esa oportunidad fue en el marco de una "consulta por un asunto personal", que él hizo a Cabello -quien luego fue ratificada por el Senado- debido a que tiene una relación sentimental desde hace años con el juez Brito y, en ese marco, que su pareja asumiera como máximo representante del Poder Judicial podría provocar "alguna inhabilidad", advirtió el congresista.

Lo que en ese momento era sólo un juego de probabilidades esbozado por el senador RN, en dos semanas más podría concretarse. El 22 de diciembre, el pleno de la Corte Suprema votará y elegirá a quien se convertirá en el trigésimo séptimo presidente de su historia, cargo que será ejercido por el bienio 2018-2020.

El ministro Haroldo Brito, de 69 años, no es el más antiguo del máximo tribunal. La tradición honra que el juez que ha permanecido más años en la Suprema sea el candidato natural a liderar el Poder Judicial. Antes que él llegaron a la Suprema los ministros Patricio Valdés, Héctor Carreño y Carlos Künsemüller. El primero cumple 75 años en febrero -edad tope para ejercer sus labores-, por lo que debe retirarse del máximo tribunal, aunque podría quedarse si sus pares acuerdan "prestarle tiempo" y extender en dos años su permanencia en el Poder Judicial. La Constitución permite esa excepción, pero no es una idea popular entre supremos.

Carreño y Künsemüller ya expresaron que no quieren ser presidentes. Con un escenario que se despejó hace algunas semanas, el camino quedó expedito para que Brito, de perfil progresista y referente de los dirigentes de la Asociación Nacional de Magistrados, levantara la mano y expusiera ante sus pares su disponibilidad para dirigir la Corte Suprema.

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- ¿Por quién piensa votar, ministro Silva?

- Voy a apoyar a Haroldo.

En las "XX Jornadas de Reflexión" que tuvieron los supremos en Marbella a fines de octubre se abordó el tema del próximo presidente. Sin entrar en detalles de las preferencias de cada uno, se puso paños fríos a opciones que habían surgido en el último tiempo, entre ellas saltarse el factor de la antigüedad, tener candidatos que presentaran un "programa de gobierno" e, incluso, levantar la posibilidad histórica de tener una ministra de presidenta.

Todo se desechó, y lo único que se consensuó esa vez era que el próximo presidente, más allá de su personalidad y convicciones propias, representara ideas de la mayoría. También se acordó mantener la tradición de la antigüedad como factor principal en la nominación. Ante esa situación, y con otros dos antigüedades automarginadas, como el ministro Héctor Carreño y Carlos Künsemüller, surgió junto al nombre de Brito el del ministro Guillermo Silva Gundelach.

Tanto Brito como Silva llevan nueve años como integrantes del máximo tribunal. Ambos fueron confirmados con la unanimidad del Senado el 2008, pero, en estricto rigor, el primero aventaja al segundo en cinco meses de su ascensión a la Suprema.

En los últimos días la opción de Silva perdió fuerza luego de que el propio ministro haya manifestado explícitamente en círculos judiciales que apoyará a su amigo y votará por Brito. No quiere apurarse, pues el próximo período le correspondería. Aun así, teniendo al otro favorito de su parte, algunos auguran una de las elecciones más reñidas que tenga recuerdo el Poder Judicial con un final que, a 12 días de la votación, aún está abierto y que -otros- apuestan tendrá un desenlace "sorpresivo".

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Las apuestas vienen de integrantes de sectores de la Suprema que hasta hoy se niegan a visar el ascenso de "don Haroldo", principalmente porque la relación de Brito con la fiscal judicial de la Corte Suprema, Lya Cabello, sigue generando ruido, inhabilidades e interferencias en el funcionamiento del máximo tribunal. De hecho, el juez decidió trasladarse de la Sala Penal a la Laboral. Sin embargo, podría pesar más un factor externo y contingente: el resultado de la elección presidencial del domingo 17. En ésta, Brito tiene un rol aunque menor, ya que es miembro del Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel).

La trayectoria de Brito es reconocida en el mundo judicial. Muchos jueces jóvenes del ala liberal, progresista y también tildados como "garantistas" del Poder Judicial ven en su figura un referente.

Es admirado por ser uno de los pocos magistrados que durante el régimen militar intervino a favor de presos políticos, acogiendo recursos de amparo cuando era juez en Valparaíso, y logrando la liberación, a inicios de los años 80, de un grupo de universitarios que habían sido detenidos por agentes del Estado. Se le reconoce, además, su carrera gremial ocupando cargos, incluso, de asociaciones internacionales de jueces. Este año organizó el seminario "Gobierno Judicial e Independencia de los Jueces", en la 60 reunión anual de la Unión Internacional de Magistrados (UIM).

Uno de los principales legados de Brito al foro judicial es haber fundado, junto al académico Hernán Correa de la Cerda, el Instituto de Estudios Judiciales (IEJ), que antes de la Academia Judicial se involucró en la formación de magistrados.

"El juez Brito es como el Frente Amplio de la Suprema", dice un integrante del Poder Judicial para ejemplificar los resquemores que hay en parte de la magistratura con su eventual arribo a la presidencia por su exposición política.

Y es que aunque en el último tiempo Brito ha logrado atenuar los vetos al contar -supuestamente- con los votos de los integrantes de la Sala Penal (segunda) y Laboral (cuarta), la elección presidencial será un factor determinante.

Jueces más conservadores querrían hacer ganar a Silva u alzar una tercera opción de consenso en el caso de que el candidato de la Fuerza de la Mayoría, Alejandro Guillier, gane las elecciones. "Dos masones, uno en el Ejecutivo y otro en el Judicial, es algo difícil de controlar", dice un personero del mundo judicial.

El desembarco de Brito a la cabeza del máximo tribunal fortalece la idea de separar la función jurisdiccional de los tribunales y dejar en un consejo de la judicatura la administración de los recursos y temas de personal, como ascensos, disciplinarios y evaluaciones, una demanda que ha sido impulsada por la Asociación Nacional de Magistrados (ANM).

Una decisión de esta naturaleza promovería -según sus partidarios- la meritocracia y bajaría la discrecionalidad en el sistema de ascensos que hoy depende tanto de la Corte Suprema como del Ejecutivo.

La nominación de Brito -quien comparte estos planteamientos- resultaría clave en el futuro debate de la Nueva Constitución al momento de reformular el Poder Judicial. Desde el entorno del magistrado señalan que "el ministro Brito comulga con estas demandas, sin embargo, entendemos que cuando él eventualmente asuma como presidente va a representar a toda la Corte Suprema. Es decir, podrá defender estas ideas a título personal, pero en su cargo tendrá que encarnar lo que decidan sus pares en mayoría".

El presidente de la ANM, Álvaro Flores, asegura que "la eventual llegada de Brito a la presidencia de la Suprema es una esperanza de profundizar los canales de diálogo con el máximo tribunal y de sensibilizar en ese lugar la necesidad de cambios".

Con todo, la eventual elección de Brito apunta a ser 11-10 y -dicen- dependerá de cómo se alinean los líderes del pleno Milton Juica y el actual presidente, Hugo Dolmestch. Los supremos votan en un papel en blanco sin preferencias, pueden hacerlo por sí mismos o por las otras 20 opciones. La votación es secreta, pero el resultado y cómo votó cada ministro se da a conocer por el relator del pleno tras la elección.

Cuando Lya Cabello pasó el test del Senado y fue aprobada como fiscal judicial de la Suprema, un anhelado cargo en el Poder Judicial, se hizo un festejo íntimo en su departamento de Lo Curro. Al encuentro asistieron algunos jueces de la corriente denominada "Jurisdicción y Democracia". En esa oportunidad estuvieron los supremos Jorge Dahm, Gloria Ana Chevesich y el propio Silva. El círculo de hierro de Brito que el 22 de diciembre sorteará un nuevo examen.