Señor director

La experiencia cotidiana en cada hogar demuestra con contundencia que los miembros de la familia llegan a ser más felices entregándose y vinculándose con otros que con el consumo de bienes materiales como si estos pudiesen asegurar la dicha.

Abriéndonos al encuentro y el compromiso con los demás en nuestra propia familia logramos niveles de satisfacción más profundos y que nos llenan de sentido. Por eso "la felicidad la recibes cuando te das", es el lema de este Mes de la Solidaridad. Numerosas investigaciones, textos que ayudan a padres a educar a sus hijos y evidencias de la terapia de pareja y familiar, apuntan a que la construcción de un hogar armónico y saludable para todos requiere de los adultos que lo lideran un permanente salir de sí mismos para empatizar con los demás. Por ello es evidente que para construir vínculos saludables es necesario ir rompiendo las cadenas que nos mantienen atados al individualismo.

La felicidad que entregan las experiencias con y para otros se recordará toda la vida. Los seres humanos nos sentimos más felices -y esta felicidad es más duradera- al entregar amor que al comprar cosas. "Cada vez que me doy así, recortando de mi haber, sacrificando de lo mío, yo adquiero más valor, un ser más pleno", decía el P. Hurtado.

La familia es la gran escuela de esta solidaridad. Formamos una comunidad de personas que vivimos gracias al amor y la entrega; es la generosidad que nos da sentido de comunidad y de justicia, que nos hace seres humanos. La escuela de esa humanidad tiene como primer espacio experiencial el propio hogar.

Lorena CornejoBenito Baranda