En un principio, la idea de la sociedad entre ambos canales para organizar el certamen era que "se compartiera todo: costos, riesgos y utilidades", como recuerda un cercano a la negociación. Pero el entonces gerente general de la estación católica, Sergio Cavagnaro, propuso que ellos hicieran casi la totalidad de la inversión y que se disminuyera la participación de TVN. La idea, explican, era que al hacer todo el gasto, se quedarían también con todas las utilidades al comercializar las dos pantallas. Según anticipaban, los precios de los avisos serían entre un 30% y un 40% mayor que lo habitual y con mejores ventas, gracias al atractivo para los auspiciadores de aparecer en ambas televisoras. Pero el cálculo falló, porque aunque los precios subieron, no lo hicieron en una proporción suficiente para justificar la mayor inversión. Entre las razones para lo ocurrido está que el rating no aumentó como se esperaba, sino que se repartió entre las dos señales.

"La alianza fortaleció a los dos canales, porque evidentemente se nutrieron mutuamente de la fiesta de la chilenidad que es el Festival", opina Ricardo de la Fuente, director general de dos de los cuatro certámenes. Y agrega: "Todo se hizo con transparencia y con las reglas del juego muy claras". De hecho, la relación entre ambos estaba estrictamente regulada por un protocolo, con acuerdos que indicaban, por ejemplo, desde que entre los programas de ambos canales hubiera respeto en el trato mutuo, hasta la repartición de los jurados. Esto último fue uno de los temas que, cuentan, estaban entre los más debatidos. Otras fuentes matizan, y apuntan que la señal pública sacó los mejores dividendos de la sociedad. "TVN quedó con la pantalla encendida, posicionó a sus rostros, identificó al canal con el Festival y casi no invirtió", dice una fuente de la industria.