No es la U de los gloriosos años del Ballet Azul, tampoco la de finales de los 90 ni la que creció y lució bajo la égida de Sampaoli. La U de Ángel Guillermo Hoyos no está a la altura de esos referentes históricos, pero cumplió con ser el mejor equipo del Clausura y ganar el torneo peleándolo desde abajo, cuando todos ya la habían dado por muerta. No es el único mérito de esta Universidad de Chile, porque después de un año negro, en el que vivieron más cerca del escarnio que del aplauso, Hoyos realizó un verdadero exorcismo en el plantel, consiguiendo algo que es muy difícil dentro de un grupo de jugadores como el que recibió al técnico cordobés: volver a encantarse con ellos mismos.

No sabemos, a ciencia cierta, en qué consistió diariamente ese trabajo. Apenas vimos la punta del iceberg en un par de alusiones públicas que se prestaron más para la burla que para el reconocimiento. Porque prácticamente todos esbozamos una sonrisa irónica cuando Hoyos, ante los periodistas, puso a Gonzalo Jara al nivel de Gerard Piqué, el mítico zaguero del Barcelona y de la selección española. ¿No será mucho?, ¿lo habrá dicho en serio?

Y cuando días después, repitiendo el ejercicio, comparó a Felipe Mora con el Guaje Villa -en circunstancias que el delantero azul aún no se destapaba del todo-, las sonrisitas irónicas volvieron a aparecer y no fueron pocos los que creyeron que el clima de Santiago había provocado en Hoyos un síndrome cognitivo o, en el mejor de los casos, había perdido el sentido de las proporciones.

Pero cuando uno hace el balance de lo que fue la campaña de la U en este torneo, Felipe Mora y Gonzalo Jara asoman como dos puntales claves en la consecución de esta décimo octava estrella. Hay que ver cuánto crecieron ambos después de aquellas declaraciones y cómo respondieron en partidos decisivos de la conquista del título.

Hoyos, de acuerdo a los informes de prensa, es un hombre que sabe trabajar muy bien en el plano motivacional. Sin ir más lejos, en la previa del partido contra San Luis de Quillota, mandó a empapelar el camarín azul con leyendas en las que se podía leer: "Hoy puede ser un buen día para tener un gran día"; "No te digo que será fácil, solo te digo que valdrá la pena"; "El éxito es la suma de pequeños esfuerzos repetidos día tras días" o "Las oportunidades no pasan, las creas".

No se trata de un discurso de camarín. En el día a día, Hoyos se ha revelado como un hombre profundamente espiritual y, no sólo eso, también muy religioso. De hecho, es un hombre de rezo diario y devoto de la figura de la virgen. Pero ni con el rosario en la mano ni con cien padrenuestros se ganan títulos. Y uno a veces se olvida de esto por quedarse en lo anecdótico. Porque, como reconocieron sus propios jugadores, Hoyos no sólo les devolvió la fe en sí mismos sino que también les dio un estilo de juego, les sacó el mejor rendimiento y trabajó el equipo desde las individualidades, corrigiendo una y otra vez aquello que veía que no funcionaba.

Creo que Hoyos llegó en el momento justo. Si la U hubiera optado por otro entrenador, probablemente el plantel hubiera seguido a la deriva. Para él todos los honores de un título que se adjudicó una U que está a distancia de los planteles que hicieron historia, pero que de seguir Hoyos en la banca tiene la puerta abierta para entrar de cabeza en los anales del club.