Cifras de Naciones Unidas indican que al año mueren cerca de 500 mil personas en el mundo a causa de los homicidios. Dentro de ese contexto, el continente con mayor número de víctimas por esta causa es América, especialmente en la región de Centroamérica, donde las tasas de homicidio se cuadruplican respecto del promedio internacional. El caso de Chile, sin embargo, es muy diferente, siendo el país con el menor registro de este tipo de crímenes a nivel sudamericano, y el segundo en el continente, solo superado por Canadá.

El homicidio en Chile aún no representa un problema de seguridad pública. Sin embargo, es importante atender a ciertas tendencias que se han observado en el último tiempo, y que de no corregirse en algún momento podrían resultar desestabilizadoras. De acuerdo con datos oficiales -y que fueron recogidos por este medio-, el número de homicidios -según casos ingresados a la Fiscalía- ha venido presentando un aumento gradual desde el año 2012, alcanzando su mayor nivel el 2014, con 1.782 casos. Como contrapartida, el número de condenas efectivas ha presentado una disminución, lo que debería ser objeto de atención por los efectos que dicho fenómeno podría representar en caso de hacerse más permanente.

En 2016 se logró un relativo bajo nivel de condenas, con el 46,5%, lo que contrasta con el 56% que se logró en 2012. Aun cuando sigue siendo un mejor registro respecto de la tasa promedio internacional (en torno al 40%), se ubica muy atrás al comparar los estándares que se observan en algunos países europeos (cercanos al 80%). Un aspecto que llama la atención es que respecto del total de casos que no terminan con responsables, la mayor parte se explica por la decisión de la Fiscalía de no perseverar, o bien por casos que son archivados provisoriamente. Ambas causales podrían ser atribuidas a debilidades en el proceso de investigación, aspecto que no puede ser motivo de conformidad.

Aun cuando la investigación penal puede llegar a ser muy compleja, nuestro país debería elevar sus estándares al momento de archivar causas o no perseverar en ellas. No puede perderse de vista que el homicidio es el crimen más grave de todos, y cada vez que el Estado no logra éxito en la investigación se afecta un esencial derecho a la justicia -con evidente frustración para las víctimas- y se violenta el estado de derecho. El país no puede contentarse con satisfacer los promedios generales, sino que debe ponerse metas mucho más ambiciosas. Recientemente se han conocido casos emblemáticos en que el Ministerio Público no ha logrado probar la culpabilidad, básicamente por pruebas deficientes o errores en el levantamiento de la evidencia, lo que da cuenta de esta falencia.

Hay otros fenómenos que también deben llamar la atención al examinar el fenómeno del homicidio. Así, es preocupante que a nivel latinoamericano Chile esté entre los cinco países con mayor tasa de femicidio -lo que da cuenta de un cuadro de violencia endémica que ha costado mucho erradicar-, y que en el último tiempo hayan surgido casos de crímenes por encargo, una realidad incipiente pero que probablemente se vincula con grupos dedicados a la extorsión y el narcotráfico, convirtiéndolo en un tipo de delito muy peligroso.