Equipados con machetes y motosierras, Paola González y Cristián López se dirigen cada día hasta el sector de plazoleta el Yunque, en la isla Robinson Crusoe del archipiélago de Juan Fernández. Allí, junto a una decena de habitantes de la isla, que se hacen llamar "los conservacionistas", se dedican a limpiar el área de especies invasoras, como la zarzamora y el maqui, que amenazan la supervivencia de especies nativas endémicas. No sólo hablamos de plantas que no existen en ningún otro lugar del mundo, sino de aves endémicas que corren serio peligro de desaparecer, como el emblemático picaflor de Juan Fernández.

Desde 2008 que dedican ocho horas diarias durante los meses de verano a esta labor, con el apoyo de la ONG internacional Oikonos, para rescatar los ecosistemas amenazados. Después de todo, esta isla es la que más especies endémicas por metro cuadrado registra en el mundo, llegando a una cifra que llama la atención: el 63,4% de plantas que sólo existen allí. Pero aunque valioso, el esfuerzo todavía dista mucho de alcanzar su objetivo. Han logrado desmalezar una hectárea en cinco años, mientras los matorrales invasores que extinguen el bosque avanzan a una velocidad cercana a las cinco hectáreas por año.

Una competencia que, sumada a la explotación maderera y la acción de animales invasores como la cabra, ratas, ovejas y conejos, ha hecho desaparecer nueve especies de plantas autóctonas desde que se tiene registro: tres de estas desaparecieron durante la última década. Robinsonia berteroi, por ejemplo, se extinguió en 2004, cuando ratones royeron la corteza de los últimos ejemplares que quedaban, situación que pudo evitarse estableciendo un cercado. Otro caso es la Notanthera heterophylla, cuyo último ejemplar vivía sobre un arbol de luma -era una planta parásita- cuando fue cortado por accidente en 2003. La más reciente es Dendroseris gigantea, que se extinguió in situ en marzo de este año. Se trata de una vistosa planta de grandes hojas y apariencia exótica, de la cual se conservan dos ejemplares adultos en la plaza principal de Juan Fernández.

Especies invasoras

El último individuo de la especie en estado salvaje sobrevivió durante años en uno de los abruptos acantilados que caracterizan a la isla Alejandro Selkirk y, afortunadamente, guardaparques de Conaf lograron rescatar semillas que fueron plantadas en invernaderos. Un estudio publicado este año por el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) en la Revista Chilena de Historia Natural señala que son tres las principales especies que desplazan a la vegetación nativa: el maqui (introducido en 1894), la mora (cuya llegada data de 1927) y la murta, que llegó a principios del siglo XX. Estas dos últimas ya cubren 805,9 hectáreas, en tanto que la murta llega a 115,9 hectáreas.

Según el estudio, el principal agente que dispersa las semillas es el zorzal, que fue registrado por primera vez en el archipiélago en 1741. Un fenómeno que fue advertido ya en 1896 por el naturalista Federico Johow, que alertaba en un artículo de la época sobre el peligro que representaba el avance de especies como el maqui en las islas del archipiélago. Cecilia Smith, especialista en biodiversidad que participó de la investigación, cuenta que el año 2000 el SAG abrió un concurso de caza para disminuir la población de zorzal y disminuyó de 3 mil a 6 mil, pero la iniciativa no se mantuvo y se estima que este año volverán a su población original. "El año pasado el zorzal fue declarado especie dañina", cuenta.

Además de esta ave, otros animales introducidos, como el conejo, la oveja y la cabra, también inciden en la desaparición de especies. En una de las islas del archipiélago, Santa Clara, guardaparques de Conaf lograron erradicar 6 mil ovejas y todos los conejos, mientras que en Robinson Crusoe se sacaron 60 mil ovejas. Se suma un proyecto GEF (con fondos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) dado a conocer el año pasado por el Ministerio del Medio Ambiente, que invertirá 12 millones de dólares en cuatro años para crear un sistema de bioseguridad en el archipiélago. Pero el proyecto no contempla erradicación de plagas, sino conseguir que entren menos especies invasoras, una medida similar a la que se implementó en islas Galápagos.

lenta erradicación

Paola González explica que fue precisamente por la falta de medidas efectivas para erradicar especies invasoras que comenzaron a realizar el trabajo de desmalezado con un pequeño grupo de personas apoyados por Oikonos. Desde que partieron en 2008, han logrado limpiar una hectárea, pero para que el ecosistema se comience a recuperar se requeriría avanzar más de seis hectáreas por año. "Estamos controlando maqui y mora, además de dos especies incipientes, la cola de zorro y el agave, para evitar que se diseminen antes de que se vuelvan amenaza", dice González.

Para ayudar en esta tarea un grupo de jóvenes investigadores fundó la agrupación Rescatemos Juan Fernández, que mediante estudios y propuesta de trabajo concretos se encuentra buscando vías para recuperar el patrimonio ecológico del archipiélago. Héctor Gutiérrez, egresado de Ingeniería en Recursos Naturales, cuenta que propusieron al Ejecutivo la colaboración de efectivos de las FF.AA. para contar con más ayuda que permita erradicar las plantas invasoras, pero explica que la iniciativa no se ha logrado concretar.

"Si supusiéramos que la isla fuera plana y que todos los sectores para controlar maqui y mora están cercanos al poblado, es posible pensar que un equipo de cinco personas podría controlar la invasión de especies en 75 años", dice Cecilia Smith. Pero el cálculo depende de que las especies invasoras no sigan avanzando a la velocidad actual y no considera el hecho de que la isla es sumamente abrupta. Es por ello que el conseguir una colaboración como la que plantea Rescatemos Juan Fernández podría marcar la diferencia entre la conservación y la extinción definitiva de especies únicas en el mundo. De no controlarse estas plagas, gran parte del bosque endémico de Juan Fernández podría desaperecer en 80 unos años.