El Frente Amplio (FA) lleva alrededor de un año constituido como tal, y a pesar de su "juventud" acaba de atravesar una profunda crisis política de inciertas consecuencias. Ello luego de que el propio conglomerado vetara la candidatura a diputado de Alberto Mayol, quien fuera uno de sus abanderados presidenciales en las recientes elecciones primarias, lo que ha destapado intrigas y fuertes rencillas personales.

El Frente Amplio ha buscado presentarse ante la ciudadanía como una renovación de la política; sus jóvenes dirigentes hacen gala de cultivar estilos de vida austeros, promoviendo ante todo las consultas a las bases e incluso objetando candidatos que han tenido problemas judiciales. Sin embargo, nada de ese ideario se ha visto reflejado en esta crisis, donde han predominado las descalificaciones personales y la pugna por el poder resultó indisimulada.

Parece evidente que los mismos vicios de la "vieja política" que el FA ha denunciado con tanta fuerza cruzan también sus propias estructuras, y el principio de acuerdo que se alcanzó para destrabar la candidatura de Mayol no elimina las contradicciones que han salido a flote. Así, el bloque parece haber quedado atrapado en su propio discurso, pues al buscar maximizar sus posibilidades electorales en función del potencial de cada candidato -algo inherente a la política-, en su caso aparece como contradictorio. Sus dirigentes deberán asumir que también están sometidos a los códigos de la política tradicional, y que no pueden pretender seguir erigiéndose desde la superioridad moral.