EL INTELECTUAL y Nobel de la Paz chino, Liu Xiaobo, falleció el pasado jueves en un hospital en el norte de ese país, donde recibía tratamiento bajo vigilancia por un cáncer de hígado en fase terminal. Debido a su enfermedad, las autoridades chinas lo habían trasladado allí en junio, desde la prisión en la que cumplía una pena de 11 años acusado de "socavar el poder del Estado".

Este hecho constituye una lamentable noticia tanto para el mundo como para China. Liu Xiaobo fue un claro ejemplo de compromiso con los valores de la libertad y democracia en China. Una prueba de ello fue su constante lucha en favor de los derechos humanos y la democratización de ese país, lo que le permitió recibir el Nobel de la Paz en 2010. De hecho, como lo define el propio comité del Nobel, este premio "se le otorga a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz". Incluso en 1989, durante las protestas de Tiananmen, no dudó en regresar a China desde Estados Unidos para apoyar a los estudiantes.

No obstante, su lucha estuvo marcada por reiteradas detenciones. Fue condenado en 2009 a 11 años de reclusión por incitar a la subversión tras ayudar a redactar la llamada "Carta 08", un manifiesto político que pedía la aplicación de derechos constitucionales como la separación de poderes o la libertad de expresión.

En ese sentido, a pesar de que la mayoría de las naciones occidentales lamentaron su muerte, la actitud del gobierno chino ha sido de total intransigencia. Desde que se hizo pública la enfermedad del disidente, Beijing ha reiterado que su salud era un "asunto interno", lo que ha sido motivo de fuerte cuestionamiento por el retroceso que implica para la apertura y las libertades en ese país.