"LA falta de un buen lenguaje no enaltece la profesión ni el ejercicio del periodismo, constituye una falta de consideración y pierde su eficacia informativa", ha dicho en una de sus resoluciones el Consejo de Ética de los Medios de Comunicación, el que definió el lenguaje "como un patrimonio social y cultural, que sirve para comunicar y que distingue a las personas".

En nuestra sociedad, el lenguaje sufre un deterioro inquietante. Cruzar el patio de una universidad o colegio y poner atención a las conversaciones de estudiantes, hombres y mujeres, es asistir a un cursillo de palabrotas. No es cuestión de mojigatería, es inquietud ante la falta de un mínimo esfuerzo intelectual para estructurar una frase con sujeto, verbo y predicado.

Se ha perdido la preocupación de expresarse correctamente, incluso entre aquellos que claman por "calidad en la educación", como si el buen lenguaje no fuese expresión de ella. Un profesor universitario, entrevistado frecuentemente para hablar de las falencias educativas del país, se refiere a los niños y jóvenes como los "cabros", propio de una conversación informal, pero inaceptable cuando se pretende dictar "cátedra" en público sobre educación.

Hay voces y frases que se ponen de moda y se reiteran hasta la saciedad. Un ejemplo lo da Ignacio Rodríguez a propósito de la afirmación de la ministra del Medio Ambiente y el "monitoreo" del proyecto en la isla Riesco. El lector plantea una inquietud cuando aborda el tema: "Qué significa 'monitorear', una palabra que hoy carece de significado".

El verbo "monitorear" no existe en el Diccionario de la Real Academia, en cambio "monitor" sí, y tiene diversas acepciones, desde la persona que guía el aprendizaje hasta aquel subalterno que acompañaba en el foro al orador romano, para recordarle y presentarle los documentos y objetos de que debía servirse en su peroración.

Una especie de consueta.

Pero también monitor era el esclavo que iba junto a su señor en las calles para recordarle los nombres de las personas a quienes iba encontrando. Hoy esa tarea sería un aporte valioso en una campaña electoral.

Por último, el monitor era un antiguo barco de guerra, con espolón de acero a proa, que navegaba casi sumergido para ofrecer menos blanco vulnerable. El conocido de los chilenos es el "Huáscar".

En todo caso en la prensa se da como significado de "monitorear", estar vigilante de un proceso, término del cual se abusa, hasta hacerle perder su valor.

Juan Luis Hernández llama la atención acerca del error de asimilar el lucro a la usura. A su juicio un error semántico de términos excluyentes.

El lucro es la ganancia o provecho que se saca de algo, en cambio la usura es el interés excesivo en un préstamo, o la ganancia excesiva.

Es decir, como opina Javier Fuenzalida A., todos lucran. Por ejemplo, los jóvenes estudian para lucrar con su profesión el día de mañana. ¿O van a trabajar sin percibir ninguna retribución económica? Y comenta este economista: "Los aranceles no difieren mucho de una a otra universidad, de modo que las más eficientes obtienen un mayor lucro, avanzan, mejoran su calidad, contratan mejores profesores e invierten en infraestructuras, y las más ineficientes arrojan pérdidas, claman por un subsidio y empujan a sus alumnos y profesores a las calles a vociferar para ocultar sus falencias. Increíblemente, el eslogan político ideológico demoniza a las eficientes y apoya a las mediocres.

Otras, estatales, pretenden que el Estado las privilegie con platas sin rendir cuenta, olvidando que esos recursos provienen de los impuestos con que se expropia el esfuerzo de los ciudadanos, por lo tanto, deben utilizarse con eficiencia".

Es decir, recursos tributarios que provienen del lucro de la gente y no de la usura.

En ciertas notas periodísticas hay reiteración de palabras, subsanable con recurrir a un diccionario, como "mágico" que se repite para significar algo excepcional, maravilloso, estupendo. La cual también está desgastada, porque cualquier hecho es calificado de "mágico".

La frase "a nadie dejó indiferente" es rechazada por los lectores, lo mismo que "no pasó desapercibido", repetida como estribillo en textos periodísticos lo que denota falta de imaginación.

Harold Bloom en su obra "Genios", un mosaico de cien mentes creativas, escribe que el lenguaje en Shakespeare es primordial en su arte y "flor abundante", porque "sentía profundamente el impulso de acuñar nuevas palabras: nunca deja de sorprenderme, dice el profesor de Yale, el hecho de que haya empleado más de 21.000 palabras diferentes; de estas, inventó aproximadamente una de cada doce: casi 1.800 nuevos cuños, muchos de los cuales se usan hoy".

Si bien Shakespeare era un genio y así como "el talento no puede ser original" y "el genio debe serlo", el resto de los mortales a lo menos debemos intentar emplear el lenguaje con corrección, enriquecer el vocabulario que se emplea habitualmente.

En esa tarea el periodismo debe hacer un aporte determinante para la mentada educación de calidad.