Cuando en enero pasado estrenó Sinatra, el musical, Emilia Noguera (1983) llegó hasta el Teatro Nescafé de las Artes a paso lento. Tenía poco más de siete meses de su segundo embarazo. Aún se le podía ver por las pantallas de TVN, pero ya estaba momentáneamente alejada de las cámaras y escenarios, metida de lleno en otros proyectos que no la obligaban a salir de su casa. Quizá el que más tiempo le tomó, reconoce hoy, recién subirá al escenario este jueves, cuando su adaptación de Jardín, la novela de Pablo Simonetti de 2014, debute en el Teatro UC bajo la dirección de su padre, Héctor. 
"No la había leído. En realidad, no había leído nada de Pablo antes de embarcarme en el proyecto. Un día me llamó Andrés Kalawski (director artístico del teatro) y me contó que estaba esta idea dando vueltas, pero quise leer el libro antes de aceptar. Al día siguiente, después de haberlo leído, dije que sí", cuenta, sentada sobre el escenario del Teatro Municipal de Las Condes vacío, a pocos días del estreno de Bowie, el musical, el concierto teatral escrito y dirigido por ella, y con que recorre diez años de vida del artista británico fallecido el 10 de enero pasado.  
Las historias no se rozan siquiera, pero la autora de Turno y Un niño supo lidiar con ambos proyectos al mismo tiempo. En Jardín vemos a Luisa (Blanca Mallol), una viuda de 73 años que recibe una oferta millonaria por su casa. Sus tres hijos (Cristián Campos, Francisca Imboden y Alvaro Espinoza) tienen ideas opuestas de lo que significa para ella dejar su hogar y sobre todo su jardín. "No es solo una realidad latente, tiene además algo de mi propia historia, pues no se trata de una familia ABC1 chilena común y corriente, sino una de inmigrantes, como la mía, una más austera, trabajadora, y no de esas que siempre lo tuvieron todo. Fue un lugar muy interesante desde el cual hablar", cuenta.
Del otro lado, la actriz, quien retomará su trabajo en televisión en los próximos meses, presenta en Bowie, el musical, protagonizado por Gabriel Urzúa y Gabriel Cañas, al músico en 1969, a poco de lanzar Space Oddity y la llegada del hombre a la Luna. En la habitación de una mansión que comparte con sus amigos Lou Reed y Cocó Schwab, un desmaquillado artista despierta junto a su primera esposa, Angela Barnett. "Es distinto escribir conciertos a obras, pues hay que cuidar que la espectacularidad no relegue a la dramaturgia a un segundo plano", dice. 48 cambios de vestuario, una banda en vivo y un playlist de más de 15 canciones, desde Ziggy Stardust, The Man Who Sold The World y Under Pressure, el montaje se convirtió tras la muerte del ídolo, opina, en una suerte de homenaje. 
"Nunca cambió la dramaturgia el hecho de que muriera porque la idea estaba clara desde el principio. De hecho, me puse a escribirlo después de la muerte de Bowie, y aunque sí estaba la urgencia noticiosa de fondo, no hacía necesario incluirlo dentro de la historia", dice. Tras su reciente experiencia con Sinatra, Noguera cree que los musicales y conciertos teatrales "abrieron un nicho en Chile y funcionan con el público, pero sería una trampa estúpida hacerlos como los hacen en Nueva York. No tendría mucho sentido. Es como cuando dicen que soy solo dramaturga porque escribo, o actriz cuando solo actúo, o directora si lo que quiero es dirigir. Me siento de todo un poco", aclara.
Dividida por ambos estrenos, Noguera trabaja también en el texto de La Violeta de San Carlos, un espectáculos musical y que debería salir a las calles de Santiago y regiones en enero, para el Festival Santiago a Mil, también dirigido por su padre. "Es su vida contada por un grupo de niños y una profesora que tiene más de alguna semejanza con ella", cuenta. La llegada de otro personaje, un extranjero, advierte, enlazará aún más las vidas de ambos personajes con la artista y cantautora de Gracias a la vida.