El debut del nuevo sistema electoral proporcional para la elección de parlamentarios ha generado múltiples reacciones, en particular por la gran cantidad de diputados (y dos senadores) que fueron electos producto del "arrastre", y por abrir más la competencia electoral. El sistema preliminarmente parece haber pasado su prueba -los resultados a nivel general no han sido cuestionados, si bien es un sistema que aún es muy confuso para la generalidad de los electores-, pero solo una vez que se acumulen sucesivas elecciones será posible evaluar si representó un avance respecto del actual sistema binominal.

Aquel limitaba la presencia de corrientes políticas minoritarias, que debían sumarse a uno de los grandes bloques relevantes o quedar fuera del legislativo. Tras la reforma han podido "autonomizarse" ciertos grupos, lo que permitió llevar lista esencialmente propia a la Democracia Cristiana (Convergencia Democrática), al Frente Amplio, a la Federación Regionalista Verde Social, a Ciudadanos, y otros casos aislados. Pero más allá de la buscada dispersión de las fuerzas políticas, el nuevo sistema electoral ha tenido también otras consecuencias que deben examinarse con detención.

El voto voluntario ha traído mayor abstención electoral, pero en realidad lo sorprendente -y contra intuitivo- es que, a pesar del voto voluntario, subsistan elevados porcentajes de participación electoral. Pero hay más para sorprenderse: una amplia literatura indica que la distribución porcentual de los electores que sí votan, entre las diferentes corrientes políticas, tiende a ser independiente de la tasa de participación electoral. Esto choca con la intuición de que la abstención ante el voto voluntario sería mayor en ciertos sectores (con menos ingreso o menos educación), tal que las corrientes políticas preferidas por esos sectores se verían perjudicadas. La realidad, sin embargo, parece ser que la abstención electoral no está alterando significativamente los resultados de las elecciones en términos de fuerza relativa de las diferentes corrientes políticas.

Otro elemento que ha llamado la atención es la llegada al Parlamento de candidatos con muy baja votación, "arrastrados" por un candidato muy fuerte. Esto resulta de la prohibición a los sub pactos dentro de cada coalición, y es un problema si impide a un candidato fuerte traspasar su exceso de votos al candidato, también relativamente fuerte, de otro partido en la coalición, cuando esa hubiese sido su voluntad.

Pero frente a este problema por la limitación a los sub pactos, está la ventaja de impedir la colusión de dos partidos, que por la vía de establecer un sub pacto limitan las posibilidades de un tercer partido en su coalición. No parece haber problemas posibles de resolver, en el nuevo sistema electoral, sin crear nuevas dificultades. Con todo, un aspecto que cabe evaluar es establecer pisos mínimos para el caso de los "arrastres", pues al haber cerca de 30 candidatos elegidos con votaciones muy bajas, se da un fenómeno que parece ser más cuestionable que los "doblajes" del binominal.

Si bien sigue habiendo incentivos a formar coaliciones, ellos están debilitados respecto del sistema binominal. Ante posiciones divergentes la Nueva Mayoría pudo dividirse, mientras el Frente Amplio pudo nacer con el doble de los diputados que habría obtenido con el sistema binominal. Como se anticipó, la mayor proporcionalidad permite reflejar con mayor sutileza la estructura política del país, con un costo en términos de gobernabilidad.