Alyosha Sleptsov, con 12 años de edad, alrededor de un metro y medio de estatura, pelo rubio y sano en apariencia, salió de su casa ayer y no ha vuelto. Quienes afirman haberlo visto por última vez dicen que vestía jeans azules, una chaqueta roja con capucha y que como siempre, cargaba su mochila. La madre del muchacho, Zhenya, una treintañera adicta a su celular y a sí misma, se enteró de la desaparición del niño recién al día siguiente por un llamado desde la escuela.

Cabría esperar que por una cosa de instinto la mujer hubiese volcado todas sus fuerzas en dar con el paradero de su hijo. Pero no, Zhenya con suerte lo conoce, ignora cuales son sus gustos, siquiera lo ama.

El incidente descrito ocurre cerca de la mitad de Loveless, el más reciente largometraje del reconocido cineasta ruso Andrey Zvyagintsev, programado para exhibirse este viernes en la octava noche (antepenúltima función) del Festival de Cine Las Condes, organizado por el municipio y auspiciado por La Tercera. Sin embargo, contarlo no significa revelar parte esencial de la trama, puesto que aquí el asunto central se aleja del mero thriller policial.

Como preámbulo al extravío del pequeño Alyosha, el filme ahonda en la historia de sus padres, Boris y Zhenya, una pareja en proceso de divorcio situada en la cúspide del hastío recíproco, que paga el precio por haberse unido como consecuencia de un embarazo no deseado, y que hoy centra su atención en deshacerse del único activo que les impide rehacer sus vidas con libertad absoluta: el departamento donde alguna vez, junto a Alyosha, formaron una familia.

Sobre aquella tierra yerma, desolada por una relación sentimental que nunca fue próspera, tanto Boris como su ex mujer buscan echar raíces con nuevas parejas. Hasta que una espina les arruina el terreno: el desaparecido los obliga a alinearse en su búsqueda, instancia desde la que brotan resentimientos y frustraciones en ambos, enrostrándoles lo malos padres que fueron. En el proceso aprovechan de aflorar fantasmas de la Rusia moderna, una que también se ha vuelto "mala madre" ejerciendo la opresión contra aquellos ciudadanos disidentes de las posturas oficialistas.

Andrey Zvyagintsev tuvo que financiar la película sin aportes estatales, luego de que su anterior filme que retrataba la corruptela detrás del organismo público, Leviatán, fuera desaprobado por el Ministerio de Cultura del país. Al respecto, el director dijo en entrevista a Los Angeles Times: "Soy un real patriota porque critico a mi país. Aquellos que nunca lo hacen probablemente son espías".

Pero no todo ha sido lluvia sobre mojado: contra todo pronóstico, el filme se convirtió en la carta rusa para el Oscar a Mejor película de habla extranjera de este año y ya integra la lista corta que aspira al premio. Corre como favorita junto con la chilena Una mujer fantástica y la alemana reciente ganadora del Globo de Oro, In the fade, y viene cargada de reconocimientos en las últimas ediciones del Festival de Cannes (Premio del jurado) y del London Film Festival (Mejor película).

La crítica ha elogiado el ojo agudo de Zvyagintsev, capaz de "capturar una foto fulminante del malestar ruso contemporáneo", según expresó el comentarista Justin Chang para Los Angeles Times. Desde Hollywood Reporter, Leslie Felperin, destacó del director "su notable don para crear microcosmos dramáticos perfectamente formados que ilustran las patologías criadas en la médula de la sociedad rusa".

ESte viernes el encuentro cinéfilo proyectará Paula, la biografía filmada sobre la vida y obra de la pintora expresionista alemana Paula Becker, para rematar el domingo con el preestreno del galardonado filme El sacrificio del ciervo sagrado, reconocido en Cannes 2017 con el premio al Mejor Guión.