Tengo una relación sensorial con los recuerdos. Es un tema que me alucina. Mi primera novela gráfica habla de cosas que no quería olvidar. Me he dado cuenta de que la memoria es súper frágil, veo que mi hija de seis años crece a una velocidad que no alcanzo a comprender. Y te das cuenta de que ella va olvidando cosas. Cuando voy a Ecuador lo que más me gusta es volver a los caminos que recorría cuando niño. Hay cosas que tengo muy claras de mi infancia, por las sensaciones más que por anécdotas puntuales.
De los ilustradores históricos de Chile, nada me emociona. Mampato me aburre mucho. Creo que si no te gusta cuando niño es imposible que te guste después. Yo no lo viví cuando chico. Con Condorito tengo una relación más cercana, mi papá los traía a la casa en Ecuador para mantener una conexión con Chile. Ahora lo leo y me parece un bodrio. Creo que su valor no va por el lado del humor. En todo caso, pienso que actualmente estamos en una época de oro para la ilustración en el país.
Cuando mi papá conoció a mi mamá estaba borracho y le dijo que era la mujer más fea que había visto en su vida. Eso demuestra que es un poco inconsecuente. Mi vieja es de Ecuador y se vino a pasar unas vacaciones a Chile, porque era amiga del embajador. Ambos se conocieron en una fiesta y se casaron tres meses después.
No soy del lugar donde nací, soy de donde provienen mis afectos. Cuando chico era muy raro, sentía incomodidad cuando me preguntaban de qué país era. En Ecuador nunca hablé como ecuatoriano y en Chile tampoco lo hacía como chileno. Hoy me siento tan chileno como ecuatoriano y tan argentino como mexicano. Los lugares que forjaron mi identidad no tienen que ver con un entorno geográfico, sino que con la literatura, con las amistades y con comidas.
El penal de Alexis Sánchez significó una felicidad que no había sentido desde el nacimiento de mi hija. No tengo equipos en el fútbol, depende mucho del contexto. Fui a la final del Mundial con Liniers y grité como un argentino más. Pensé que para la Copa América iba a ser lo mismo, iba con otros amigos argentinos, pero nos separamos en el estadio y me volví loco por Chile.
La única moda que seguí en la adolescencia fue el grunge. Usaba mucha camisa de franela, el pelo largo, jeans sueltos y bototos. También escucho mucho metal, pero nunca fui metalero en el look. Me gustaba toda la música que podías esperar de un adolescente en los 90. De ese tiempo ya no escucho nada.
Salir a carretear con Kevin Johansen es un golpe al ego. Vas a una fiesta con él, lo reconocen y en un minuto tiene a 75 mujeres que lo rodean mientras que uno termina llorando en una esquina con un vaso de Coca Cola . Es un tipo muy cercano, que me divierte mucho. Tengo la suerte de rodearme de gente brillante que me hace sentir un idiota. Salir con ellos es muy enriquecedor.
La política chilena es mucho más sana que en el resto de Latinoamérica. Eso me genera satisfacción y, al mismo tiempo, una enorme frustración. Pienso que siempre estamos a punto de ser un país serio. Hoy tenemos un candidato con un esquema de evasión de impuestos comprobado. Esas cosas no me caben en la cabeza. Si tomamos al político más corrupto de Chile y lo ponemos en un país vecino, probablemente sea un ejemplo. Pero eso sigue siendo un consuelo de tontos.
En Chile el humor es una mierda.El promedio del chileno se sigue riendo del huevón que dice una mala palabra en público. Ahora, en particular, hay gente que hace humor que tiene nivel internacional. La Natalia Valdebenito, Fabrizio Copano o Malaimagen, por ejemplo. Para ser un humorista tienes que ser un amargado. Y acá pasa un poco eso. Tal vez somos un país profundamente amargado y por eso sale esa "chispeza".
No tengo rutina de trabajo, dependo mucho de la inspiración. Trato de no forzar nada. Cuando algo no me sale me pongo a jugar Xbox o me voy a jugar al parque. Mi vida familiar es súper rica desde esa perspectiva. Trabajo desde mi casa, junto a mi hija, todo el día. Buenísimo
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Alberto Montt
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