Muchos lo consideran el mayor logro tecnológico del siglo XX. Para otros, las más de 600 millones de personas que lo presenciaron en vivo -cuando la televisión no era masiva- fue el momento en que la ciencia y el espectáculo se fundieron. Un pequeño paso para Neil Armstrong, un gran paso para la humanidad y una tremenda victoria para Estados Unidos, que en plena Guerra Fría lograba hacer realidad este sueño propuesto por Kennedy, terminado por Nixon y envidiado por la Unión Soviética.

Cuarenta años después de aquel 20 de julio, sin embargo, a la Nasa sólo le quedan los buenos recuerdos de una era dorada. Hoy atraviesa por su momento de mayor incertidumbre: problemas financieros, una flota de transbordadores a punto de caducar y, sobre todo, la aparición de dos nuevos rivales que amenazan con cumplir los planes de exploración espacial antes que Estados Unidos. Sí, la carrera espacial parece haberse reactivado y los contendores vienen ahora de Asia.

IMPACTO Y FIN
"Creo que esta nación debe asumir como meta lograr que un hombre vaya a la Luna y regrese a salvo a la Tierra antes del fin de esta década". Con esas palabras el entonces Presidente John F. Kennedy dio inicio a la misión Apolo. A partir de ese momento, la Nasa tuvo un presupuesto nunca antes visto: los primeros dos años se triplicó, llegando en 1966 a su tope histórico de 33 mil millones de dólares, el 5,5% del PIB del país. Hoy recibe la mitad y hace 15 años que su plan de financiamiento no supera el 1% del PIB estadounidense.

¿Por qué? Paradójicamente el gran impacto mediático que alcanzó la llegada del hombre a la Luna fue el responsable de su pronto final. Para el gobierno estadounidense, la carrera estaba ganada y de las 20 misiones Apolo que fueron planificadas, sólo se llegó a la 17. El 14 de diciembre de 1972, el astronauta Eugene Cernan se convirtió en el último hombre en pisar la Luna: "Cuando regresé, todo el mundo me preguntó: ¿cómo te sientes de ser el último? Y yo siempre dije que no era el final, sólo el principio.

Estaba convencido de que volveríamos a la Luna a finales de esa misma década. Incluso me atreví a pronosticar que llegaríamos a Marte a finales de siglo", recordó Cernan en una entrevista.

Pero lo cierto fue que, de ahí en adelante, los fondos de la Nasa fueron destinados a desarrollar una flota de transbordadores que, desde 1981, permitió a sus astronautas participar en misiones como la Estación Espacial Internacional o las reparaciones del Hubble. Pero no más allá. Y los transbordadores que quedan -el endevor, discovery y atlantis- terminarán su vida útil el próximo año, dejando a la agencia espacial dependiendo de los cohetes rusos para continuar su trabajo fuera de órbita.

En 2004, el Presidente George Bush dio un nuevo impulso a los planes de exploración: regresar a la Luna en 2020 para construir una base que contará desde observatorios hasta robots mineros. Y, colocar al primer hombre en suelo de Marte en 2030, utilizando la información que ya se conoce sobre el planeta rojo gracias a las sondas Pathfinder, Opportunity y Spirit, que tocó suelo marciano el año pasado y que ha comprobado -entre otras cosas- la existencia de agua congelada bajo la superficie.

¿CHINO, INDIO O AMERICANO?
Si Estados Unidos vivió la carrera espacial durante los 60 como los 100 metros planos, el actual objetivo pareciera ser más un maratón para los americanos. Es cosa de considerar los tiempos: Kennedy dio 10 años para cumplir la meta, y se cumplió en ocho. Bush, en cambio, planificó llegar a Marte a más de 25 años. Y eso considerando la ventaja tecnológica que existe con respecto de aquellos años. Se sabe, por ejemplo, que los computadores con los que se equipó la nave que llegó a la Luna tenían el mismo poder que los usados hoy en una lavadora de ropa. Por eso hubo 400 mil ingenieros que trabajaron día y noche en tierra durante los ocho días que duró la misión, ingenieros que por primera vez realizaban una tarea de este tipo y que no tenían más de 28 años de edad.

El viaje a Marte no es una materia de capacidad, sino de voluntad, dicen los expertos. Eso hasta ahora, cuando aparecen dos nuevos interesados, economías emergentes, de gran desarrollo tecnológico, dispuestos a demostrar de lo que son capaces. Y qué mejor para exhibir poderío que llegar al planeta rojo. Lyndon Johnson lo dijo en 1957: "El control del espacio significa el control del mundo".

China ha dado señales más que claras de poder lograrlo. Pocos meses antes de que Bush decidiera presentarse al Capitolio y pedir más dinero para llegar a Marte, China hacía historia al convertirse en el tercer país de la historia que logra enviar a un hombre al espacio por sus propios medios. Su nombre, Yang Liwei, un piloto de guerra que dio 14 vueltas alrededor de la tierra en 21 horas, a bordo del Shenzhou 5. Gracias a eso consiguió el título de "Héroe del espacio" en su país e incluso tiene un asteroide nombrado en su honor.

El programa espacial de China, creado en 1992, recibe cada año casi dos mil millones de dólares. En 2010 comenzará la construcción de su propia Estación Espacial, llamada Tiangong, en tres etapas: Tiangong 1 en 2010, Tiangong 2 en 2012 y Tiangong 3 en 2017. Esto le dará una ventaja única para poder lograr su meta de llegar a la Luna antes del 2024. En octubre de este año, además, enviarán la sonda Yinghuo-1 para investigar las propiedades del suelo de Marte, luego partirá su primer robot explorador que, tal como lo hiciera el Spirit, buscará información sobre las condiciones del terreno marciano.

India tiene planes aún más cercanos. A pesar de sus altos niveles de pobreza, es reconocido como uno de los países más avanzados en materia tecnológica. El año pasado lanzó su primera sonda en llegar a la Luna. En 2012 partirá la segunda, que recorrerá la superficie recolectando muestras. Y en 2017, partirá la primera misión tripulada al satélite. Luego, vendrá una preparación de 10 años para lograr colocar un hombre en Marte en 2027, tres años antes de Estados Unidos.

Lo interesante es que han logrado todo esto a un muy bajo costo: con sólo 80 millones de dólares construyeron una sonda funcional, mientras que el último aparato enviado por Estados Unidos hace unas semanas al satélite costó 579 millones de dólares. Puede que India sea el país con el menor presupuesto de los que están en carrera, pero es el que mejor lo hace rendir.
Claro está que al definir esta carrera sólo por la tecnología, se queda afuera una gran parte: el factor humano. Ni la India ni China cuentan con la preparación que han tenido los astronautas e ingenieros estadounidenses. Pero incluso este capital está en peligro, dado que la falta de motivación está envejeciendo a la última generación de soñadores espaciales: sólo el 20% de los actuales ingenieros de la Nasa tiene menos de 40 años.

LA HISTORIA NO CONTADA DEL APOLO 11
El ambiente ese día era de fiesta. Las carreteras que rodeaban Cabo Cañaveral estaban llenas de autos y las personas se llevaban hasta el pasto de recuerdo. Dentro del Centro Espacial Kennedy, el ambiente era tenso. El grupo de ingenieros que no superaba los 28 años de edad tenía en sus manos la labor de realizar un logro sin precedentes. Se organizaron en turnos de cuatro grupos y en las partes críticas, las puertas se cerraban con llave.

Familiares, reporteros e incluso políticos se contentaban con mirar desde una ventana. Una vez que la nave se insertó en la órbita de la Luna, la Nasa recibió una llamada inesperada: un vocero de la Unión Soviética los felicitaba por su histórico logro e incluso ofreció su ayuda para que ninguno de sus satélites interfiriera en la misión.

Luego de eso, mientras se aterrizaba en la Luna, dos alarmas sonaron en la nave. Una falla en el sistema de comunicación en el descenso tuvo a los ingenieros a 18 segundos de ordenar el regreso inmediato a la Tierra. Pero los astronautas pudieron más. Una vez en el satélite vino el momento del recorrido y de la famosa frase de Neil Armstrong.

Lo cierto es que esta no estaba preparada, el tenía planeado lanzar una broma, tal como lo hacía cuando probaba aviones, pero una vez allí vino la inspiración. El contacto con Nixon también tiene su historia. No  estaba contemplado dentro de la estricta agenda del viaje, pero eran los deseos del Presidente. Claro que de todos modos lo hicieron esperar. Luego de una hora y 15 minutos se produjo la comunicación. Un lujo que solo pudo darse un grupo que hizo historia.