Señor director

No deja de sorprender la forma fragmentada en que la máxima autoridad de educación aborda diversos aspectos de la reforma a la educación superior, aún en discusión en el Congreso, pero en parte ya implementada vía glosa presupuestaria. Hace unos días la ministra Delpiano insistió en que la gratuidad debería aumentar al sexto decil. "No es algo de locos -dijo en entrevista a su diario-, con algunas de las décimas del cobre que se están teniendo, se puede cubrir bien eso". La secretaria de estado circunscribe el problema a un tema de caja -por cierto inestable- y no considera los graves perjuicios financieros que una política nada prolija en su diseño ya han causado al sistema universitario. Omite que en su segundo año de implementación la gratuidad sigue siendo cofinanciada por las propias universidades y resulta sorprendente que no teniendo un diseño acabado se apueste por aumentar su cobertura.

Lo más complejo de sus declaraciones es que demuestran la desarticulación que existe en la reforma del gobierno. Por un lado se instala -con más voluntad que claridad- una política de gratuidad que afecta seriamente los recursos de que disponen las universidades y, por otra, se obliga a las mismas, en corto plazo, a alcanzar niveles de complejidad que hoy solo tienen pocas y antiguas universidades. Con todo, concuerdo con la ministra en que mayoritariamente los alumnos beneficiados por la gratuidad han mostrado madurez y compromiso. Ellos son la cara luminosa de esta reforma y, por lo mismo, corresponde ser extremadamente cuidadosos y responsables con las expectativas que se generan. Nuestra educación no puede depender la volatilidad del precio del cobre.

Cristián Nazer

Rector Universidad Finis Terrae