EN EL PRIMER año de gobierno las luces superan ampliamente a las sombras. Refrescante ha sido ver una voluntad incansable de trabajo y un entusiasmo por hacer las cosas que contrastan con el desgano y la falta de iniciativa de los últimos años de la Concertación. Se rompió el prejuicio de que la Coalición no podría gobernar, ya que se lo impedirían las movilizaciones sociales y los grupos de presión. Se acabó el chantaje. Nadie tiene vedado ni asegurado, por secretaría, gobernar.

Importante ha sido el avance de la reconstrucción. Todos quisiéramos ir más rápido, pero las cosas se hacen eficiente y seriamente. Chile está conectado y se puso de pie.

Despertó la economía, con tasas de crecimiento y empleo que superan las metas. Tener trabajo es el primer paso a una vida digna. Preocuparse del empleo es poner en el centro a la persona. En esta misma línea se sitúa la reforma educacional. Su inspiración son los estudiantes y los padres, no los profesores. Otro tanto cabe decir del bono auge portable al sector privado y del descuento de los días no trabajados en los paros ilegales de salud. El foco de atención es la persona de a pie, el enfermo, no los grupos de presión. Broche de oro de este enfoque fue el gigantesco esfuerzo desplegado en el rescate de los mineros, que destruyó el prejuicio de haberse elegido un insensible gobierno empresarial.

Es encomiable el esfuerzo del ministro de Justicia por abordar una crisis carcelaria enteramente heredada. Más allá de legítimas opiniones, su propuesta en discusión y su valentía para descabezar Gendarmería demuestran una firme decisión. Deben también destacarse los esfuerzos en dos áreas muy sensibles: la seguridad ciudadana, en la que se exhibe una energía inédita, especialmente en el control de los desmanes y en la represión del tráfico de drogas, y la transparencia y probidad en la que Defensa también da importantes pasos. Por último, se aprecia una responsable conducción internacional que, sin olvidar la buena vecindad, exhibe energía en la defensa de los intereses permanentes de Chile.

Sin embargo, no todo es luz. No existe un relato convocante. Ello impide jerarquizar los objetivos y provoca la negativa imagen de un Presidente omnipresente. Lo único importante es la persona de éste, no el proyecto que encarna. También debe mejorarse la conducción política, anticipando o resolviendo oportunamente los conflictos. El gobierno debe cuidar a los partidos que lo apoyan. Toda crisis de éstos lo arrastra también inevitablemente. Igualmente, debe superarse lo que aparece como una compulsiva necesidad de cariño y popularidad. Ella satura y se traduce en negativas decisiones, como el alza de impuestos y la paralización de Barrancones. En esta línea, es de esperar que el nuevo posnatal no termine afectando el empleo femenino. Preocupantes son las filtraciones de que el Presidente exigiría a sus ministros obtener ciertos grados de conocimiento y aprobación. Muchas veces son señales de una buena gestión ministerial la discreción en las apariciones e, incluso, una baja popularidad. Los ministros están para hacer la pega, no para hacerse famosos ni queridos. Estas y otras sombras hay que corregirlas, pero los números del gobierno en el primer año terminan siendo ampliamente azules.