El 1 de noviembre dejarán de circular las monedas de $ 1 y $ 5 en nuestro país, debido a la pérdida paulatina de su poder adquisitivo y a los altos costos de producción que demanda su elaboración. Según cifras entregadas por el Banco Central, producir una moneda de $ 1 cuesta alrededor de $ 6 y en el caso de la de $ 5, la cifra bordea los $ 17. Asimismo, el ente emisor anunció que una vez que termine el proceso de retiro de estas monedas, buscarán reemplazar las actuales monedas de $ 10, por una más económica.

Pese a que la eliminación de las monedas responde a criterios de costos, su retiro debe irse complementando con la modernización de los medios de pago electrónicos. Los cambios regulatorios impulsados por el Banco Central y por la SBIF recientemente, apuntan en la dirección correcta y se suman a la tendencia internacional de eliminar progresivamente el efectivo.

Este avance genera una serie de externalidades positivas. En primer lugar, la reducción del efectivo acota espacios de delincuencia, como el lavado de dinero y delitos presenciales. Por otro lado, reduce los costos de transacción, al simplificar aspectos contables y reducir los costos asociados al traslado de valores, entre muchas otras ventajas.

Nuestro país aún se encuentra rezagado en materia de masificación de medios de pagos electrónicos. Mientras en nuestra economía dos tercios de las transacciones se realizan con dinero físico, Dinamarca aprobó la erradicación total del efectivo a partir de 2030.