El pasado 22 de enero, el Real Madrid hacía pública la millonaria contratación de Martin Odegaard, el nuevo niño prodigio del fútbol europeo. Un joven jugador de sólo 16 años, pretendido por todos los grandes clubes del planeta, que el sábado se estrenaba como goleador en las filas del filial madridista. El mismo día del fichaje del noruego, Nicolás Millán acudía al entrenamiento del plantel de Curicó Unido en el modesto Complejo deportivo Santa Cristina de Los Niches. Pero hubo un tiempo en el que a Nico también se lo peleaban los equipos más prestigiosos del viejo continente.

El futbolista santiaguino tenía entonces 14 años -dos menos que el escandinavo-, pero ya sabía lo que era disputar un partido de fútbol en Primera División. Algo que había sucedido el 10 de septiembre de 2006, en un duelo en Playa Ancha entre Santiago Wanderers y Colo Colo cuando, a diez minutos del final, el DT del cuadro popular, Claudio Borghi, había ordenado su ingreso en la cancha.

"Recuerdo que cuando debuté, estaba toda mi familia atenta. Sobre todo mi papá, mi mamá y mi hermana, que eran el núcleo principal. Pero también se acercó mucha gente que nunca había estado ahí y que se aprovecharon un poco de eso", confiesa, nueve años después, el delantero de Puente Alto, criado en la comuna de San Joaquín, que abre a La Tercera las puertas de la pensión que comparte en Curicó con dos compañeros de equipo.

Nueve años en los que Millán ha vivido demasiadas cosas, pero sobre todo, demasiado rápido. "Uno necesita tiempo para darse cuenta de lo que hizo. Tenía 14 años recién, y en esa época sólo me dedicaba a jugar. Yo siempre he dicho que para mí son estadísticas nomás, pero obviamente fue algo importante", confiesa. Aquel 10 de septiembre de 2006 marcó un hito en el mundo del balompié chileno, y también un antes y un después en la vida de un jovencísimo jugador que apuntaba maneras de genio, pero que cursaba octavo básico en la escuela.

El precio de la precocidad

La noticia del precoz estreno del futbolista -cuya extraordinaria juventud había logrado hacer añicos el anterior récord, establecido con 15 años por el mítico Carlos Caszely- cruzó incluso el océano, y en cuestión de semanas llegaron al gabinete de Blanco y Negro las primeras ofertas. Pero, ¿cuánto vale la precocidad? Inter de Milán y Chelsea, tal y como explica el propio Millán, mostraron un interés verdadero: "Por lo que me enteré después, Colo Colo en ese momento estaba pidiendo mucha plata y no se lograban cerrar las negociaciones. Chelsea me quería, pero no sé cuánto dinero estaban pidiendo porque yo no tenía representante".

El ariete terminó aterrizando en Stamford Bridge ese mismo año para ejercitarse, en período de prueba, a las órdenes de José Mourinho. El recuerdo que el ex colocolino guarda del DT portugués poco tiene que ver con la imagen que el luso proyecta a los medios: "Mourinho no es un tipo arisco, ése es su papel. En los entrenamientos es chistoso y cercano al jugador, no como se ve en la tele". Sin embargo, el sueño europeo de Nico Millán apenas duró un mes. Su explicación es tan sencilla como terrena: "Yo era todavía jugador de Colo Colo y tenía que saber estar, tenía que saber volver".

Tras su regreso a Macul, el futuro del futbolista experimentó un importante vuelco. El niño prodigio no entraba ya en los planes del equipo que tan caro vendía su talento: "Yo vuelvo de Inglaterra, ya con representante, pero no quieren hacerme contrato. Y ahí es cuando deciden sacarme, porque supuestamente si ellos están pidiendo un monto de dinero determinado por mí, deben hacer un contrato acorde a lo que están pidiendo, y eso nunca pasó", lamenta.

Fue así como en 2008, el nuevo diamante en bruto del balompié criollo se vio obligado a exiliarse al otro lado de la Cordillera. Rivadavia de Lincoln, primero, y Tigre, más tarde, fueron los clubes argentinos que defendió el jugador, quien no titubea a la hora de declarar que su marcha del país se produjo por motivos estrictamente deportivos, y no por problemas familiares, como se adujo en su momento: "Siempre se habló de que me fui a Argentina por cuestiones laborales de mi padre, pero la realidad fue que yo me fui allá porque nunca me hicieron contrato en Colo Colo. Ésa fue la realidad. Se pintó en un momento que fue por problemas familiares, pero no fue así", clarifica.

Han dado ya las 5 de la tarde y el calor en la Región del Maule comienza a volverse espeso. Nicolás se levanta y deja la puerta entreabierta, para que circule el aire. Acto seguido, vuelve a tomar asiento. Toca volver a hacer memoria.  "A cualquier niño que a los 14 años le digan 'ven a entrenar con nosotros y puede que debutes el fin de semana', va a ir. No te va a decir 'no, mira, espera un tiempo que no estoy aún preparado'. Un futbolista siempre va a querer jugar, aprovechar su oportunidad", explica, frente a los voces críticas que defienden que un jugador debe quemar todas las etapas para lograr un óptimo rendimiento en el futuro.

El peso del recuerdo

Resulta imposible no pensar en Nicolás Millán, aquel chico menudo que por su forma de jugar recordaba a Cristiano Ronaldo -pero que señala "al otro Ronaldo, al de Brasil, al gordo" como su referente futbolístico-, cada vez que salta la noticia del debut temprano de algún jugador o la contratación de un nuevo talento precoz por parte de algún club poderoso. Sin embargo, en opinión del santiaguino, la analogía no es posible "porque los tiempos han cambiado mucho".

"Probablemente si hoy en día tuviera 14 años, tendría el contrato que deseaba en ese momento y nadie diría nada. Pero hay que seguir trabajando, ésa es la idea", valora, en un alarde de honestidad, el delantero, quien considera que en el caso de Odegaard "su ego puede jugar en su contra porque a su edad cobra ya más plata que algunos jugadores del primer plantel".

A la hora de analizar su récord, Nico se muestra contundente: "Cuando saben que fuiste el más joven en debutar, la gente se fija más, pero creo que en general me recuerdan más por aquello que hice a los 14 que por lo que vino después, porque por ejemplo tuve un año bueno en Naval y casi no me nombraron", explica.

Y es que tras regresar de Argentina, Nicolás Millán defendió los colores de Naval de Talcahuano y Unión Temuco, antes de aterrizar en Curicó Unido, conjunto con el que sueña ahora con regresar a Primera. Su corazón, pese a todo lo sucedido, continúa siendo albo: "Obviamente que me gustaría volver a Colo Colo. Soy hincha de Colo Colo desde siempre, desde chico. Es el equipo más grande de Chile y cualquiera querría jugar ahí", manifiesta.

Ya de regreso al renovado estadio La Granja, mientras maneja su auto por las calles mal asfaltadas de Curicó, el futbolista, que hoy tiene 23 años y es padre de un hijo, parece pensativo. Mira por la ventana y, tras un largo silencio cargado de melancolía, sentencia: "La verdad es que cuando veo a un niño de  14 años, la cara que tiene, el cuerpo, las cosas que dice, me pregunto cómo es posible que alguien con esa edad pueda jugar en Primera División. Si es sólo un niño".

Pero Millán asegura no estar dispuesto a vivir del recuerdo, consciente de que los récords del pasado no dan de comer, de que la pelota echará a rodar de nuevo, porque el fútbol no cesa,  no espera, no se detiene.