EL TÉRMINO "saga", recurrente en textos periodísticos, tiene tres acepciones en el diccionario académico: "leyenda poética perteneciente a una de las dos colecciones de primitivas tradiciones heroicas y mitológicas de la antigua Escandinavia"; "relato de la historia de dos o más generaciones de una familia; y "dinastía familiar". También aporta ejemplos para cada una de ellas: "las sagas solían ser recitadas por los bardos", "la saga de los Rius" (por una serie española de televisión) y "el último de una saga de grandes escultores".

La lectora Cecilia Bustos escribe que con frecuencia ha leído en páginas de Sociedad, Espectáculos, Cultura, y también en crónicas de Deportes y columnas de opinión, el término "saga" aplicado a cualquier producción artística, a deportistas de larga trayectoria e incluso a ciertos videojuegos. Ella agrega: "Creo que las 'sagas' de mi tiempo estaban relacionadas más bien con héroes nórdicos, de estirpe guerrera, o con historias de familias en varias generaciones. ¿Se amplió el significado?".

Cierto. La palabra "saga" no quedó atada al Cantar de los Nibelungos ni a otros poemas épicos medievales, que funden hechos históricos con creencias mitológicas. Hoy tiene un sentido más amplio, incluso más holgado que el que figura en las tres acepciones citadas del diccionario de la Real Academia Española (RAE). Cuando el diario informó sobre el nuevo episodio de "La guerra de las galaxias" dijo que éste rompería con una larga tradición, "ya que cada entrega previa de la saga comienza (...)".

También la fundación del Español Urgente, que observa con lupa el buen uso del idioma español en los medios de comunicación escritos, considera válido el uso figurado de "saga" para series cinematográficas, televisivas o literarias, que, por crear mundos ficticios y fabulosos, por su extensión, por la elaboración de la trama, o por su carácter épico, comparten características que suelen asociarse a las narraciones medievales del norte de Europa.

Hoy, las sagas nórdicas están en el recuerdo de unos pocos. Son... otros tiempos.

Más que error, un horror...

Hay errores que a veces comparten el entrevistado con el autor de la nota, y surge la duda sobre quién introdujo el desacierto. Pero hay otros que, definitivamente, son de exclusiva responsabilidad del redactor. De nadie más.

Es lo que ocurrió el miércoles 28 de diciembre (el día de "Los Santos Inocentes"), en la página 16, con una información titulada "Jefa de gabinete de la Presidenta declara ante fiscal y relata su relación con Caval". Bajo el subtítulo "Bachelet y Caval", el texto dice: "la Presidenta Bachelet volvió hacer consultada por la causa (...)".

La lectora Carmen Gloria Millán, que detectó el error (u horror, si se prefiere), tiene toda la razón. Los periodistas que firman la nota debieron escribir "la Presidenta Bachelet volvió a ser consultada por la causa", sin sustituir la fórmula "a ser" por el verbo "hacer". Como ya se ha dicho, una segunda lectura pudo resolver el problema y evitar el sonrojo.

De manera tangencial, cabe recordar que las palabras "presidente" y "presidenta", como "ministro", "secretario general" o "director", se escriben siempre con minúscula inicial.