Algunos todavía no nacían. Otros tenían cuatro años para el 11 de septiembre de 1973. El escritor Oscar Contardo (La era ochentera) nació al año siguiente de ocurrido el golpe de Estado.

Se cumplen 40 años del bombardeo a La Moneda y Contardo decidió convocar a 14 autores -nacidos entre 1969 y 1979- y les pidió que escribieran un relato autobiográfico. Los 14 escritos ahora conforman el libro Volver a los 17, publicado por editorial Planeta, subtitulado: "Recuerdos de una generación en dictadura".

"En los relatos muchos coinciden en los mismos hechos, pero desde distintas perspectivas, barrios, provincias y paisajes", dice Contardo, quien abre el libro con una crónica que atraviesa sus años de infancia en Talca.

La provincia también aparece en los relatos de Alvaro Bisama, Daniel Villalobos y Rodrigo Olavarría. El exilio y el viaje, como en los escritos de Rafael Gumucio y Alejandra Costamagna.

Y los barrios de Santiago forman un mapa social en las palabras del director de The Clinic, Patricio Fernández, quien vivía en Las Condes y venía de una familia de derecha. Mientras, Alejandro Zambra habla desde Maipú. Historias cercanas de tortura y muerte, como el escrito de Andrea Insunza, Familias como la nuestra, nieta del secretario general del PC, Luis Corvalán.

"Eran tiempos de apellidos y números", escribe Nona Fernández en su relato titulado Hijos centrado en los años escolares. Y Víctor Cofré apunta en Las cosas que había afuera: "Eramos una biopsia del país, por diversidad y origen. Clase media emergente, meritocrática, sin apellidos, culposa y conservadora...".

En la portada de Volver a los 17 los nombres de los autores están en orden alfabético como las listas de los cursos de colegio. El ejemplar será presentado el próximo 10 de septiembre en el GAM.

Canción nacional
¿Cómo surgió el título del libro?

Me propuse no hacer ninguna cita a Violeta Parra dentro del libro, ya que la cifra coincidía con los 17 años de dictadura. La canción de Violeta es nostalgia y estos relatos no lo son. Creo que ninguno de los autores extrañamos esa época. Ese pasado de la infancia es un lugar que uno recurre para entenderse uno mismo. Aunque creo que hay un hilo conductor en los relatos, que es el sentimiento del miedo.

La presencia de la televisión también se reitera en los escritos…

Tiene que ver con la clausura de los espacios públicos. Por eso el volcarse hacia lo privado que tiene como objeto a la televisión, que se traduce en programas larguísimos e uniformes. También hay crímenes que atraviesan los relatos, como el "Caso degollados" (el asesinato, en 1985, de Santiago Nattino, José Manuel Parada y Manuel Guerrero) y la desaparición del niño Rodrigo Anfruns. Lo que ocurre es que cualquier crimen en ese tiempo quedaba bajo sospecha. No se sabía en qué momento se podía sufrir un tipo de ataque, como en el toque de queda donde no se podía salir a la calle porque a veces mataban.

El colegio está muy presente, ¿no?
El colegio es una institución uniformadora, donde cobra mucha más relevancia la fuerza de la jerarquía y la falta de disidencia. Costamagna y Nona Fernández, por ejemplo, alcanzan a participar en movimientos secundarios que hoy vuelven a aparecer de otra forma en una nueva generación. En el colegio, siendo niños podíamos ser rebeldes omitiendo, como cuando no cantábamos la estrofa de la canción nacional impuesta en esos años.

Varios coinciden en la experiencia de la provincia...

El icono del golpe y sus imágenes es santiaguino. En la provincia el asunto es más quieto, pero por lo mismo acentúa la inmovilidad. La sensación de permanencia, que las cosas no cambian de tradición. En la provincia se carece de anonimato, todos se conocen.

¿Qué lo marcó de esos años?

No lograba entender cuando Pinochet hablaba de democracia, decía que él estaba cuidando la democracia chilena ante el peligro marxista. Y me preguntaba ¿Dónde está cuidando la democracia? ¿Dónde la tiene?