Quizás sea culpa de Michael Scott. El papel de Steve Carell en la serie The Office, de NBC, es el mejor ejemplo de un jefe insoportable. Como si ya no fuera suficientemente triste trabajar en una distribuidora de papel en Pensilvania, o al menos en Dunder Mifflin, los subordinados de Scott tienen que lidiar con un jefe incompetente, insoportablemente absorbente y patéticamente dependiente de su equipo, creyendo que con ellos puede reemplazar una familia ausente.

O quizás sea culpa de Bert Cooper. En la serie Mad Men, es lo opuesto al otro copropietario de la agencia SterlingCooper: lejano, indiferente y excéntricamente nipón. Amante de la cultura japonesa, obliga a todos a sacarse los zapatos cuando entran a su oficina, pero no tolera las costumbres del resto. Menos si son fumar o mascar chicle.

Quizás sea culpa de ellos, o de quienes pasan tanto tiempo viendo series como The Office y Mad Men y detestando a los mandamases. Pero independiente del motivo y de los referentes, las cifras de la multinacional especialista en recursos humanos Randstad dan un veredicto unánime: hoy, pocos quiere ser jefes.

La empresa, en conjunto con dos consultoras internacionales, encuestó a más de 23 mil personas en 25 países sobre sus expectativas laborales. Y la mayoría prefiere quedarse donde está. En Japón, por ejemplo, sólo un 9% está "altamente concentrado en conseguir un ascenso"; en Suecia apenas un 4% y en España, un 14%.

"Efectivamente, se observa una tendencia a que las personas no quieren ser jefes", dice Cyntia Segovia, sicóloga laboral de la Universidad Andrés Bello. Según ella, puede deberse al concepto erróneo y arcaico de los cargos de alto rango: "Antes, ser jefe era un concepto de mando, contratado para dar órdenes, orientado más a la tarea que a las personas. Así, se utiliza el poder del cargo para validarse e inspirar temor  en los trabajadores". Y claro: a pocos les gusta ser esa persona del equipo de la que todos hablan a sus espaldas.

Pero esa es sólo una arista de cómo se ven los cargos de alto rango. La antigua. Aunque la nueva, por lo visto, tampoco hace que sea muy atractivo estar al mando. Según Segovia, las jefaturas  enfocadas únicamente a los resultados dieron paso al concepto de "líder", alguien que se preocupe tanto de las cifras como de las personas. Alguien que sea experto en su área, empático y capaz de escuchar y motivar a su equipo. Y hacer todo eso, no es fácil.

Más tareas van de la mano con más expectativas. Es obvio. "Y no todos se sienten capaces de asumir un riesgo así,  ya que a la  larga, si no lo hacen bien pueden perder sus empleos", explica Segovia. Los cargos de alto rango incluyen otra proporción ingrata: entre más riesgos, más inestabilidad, lo que equivale también a mayor estrés.

TRAMPOLINES, NO PEDESTALES
Pero el rechazo a tener cargos de mayor peso no se debe sólo a lo que estos implican. También a lo que las nuevas generaciones que ingresan al mercado laboral quieren. Y eso, según Guillermo Gabler, siquiatra de la Clínica Alemana, es usar sus puestos como trampolines entre el último y el siguiente. Para tener varios trabajos distintos. "Se relaciona con la falta de compromiso de los trabajadores: ya nadie busca trabajar 20 años en una empresa", explica.

Contrarias a sus abuelos, las nuevas generaciones no quieren desempeñarse en un solo lugar durante toda su carrera. "Muchas veces no existe el sentido de carrera funcionaria", comenta el siquiatra de la Alemana. La idea es ir acumulando y replicando experiencia en varios lugares, lo que impediría escalar posiciones en una misma empresa.

Según María Angélica Zulic, gerenta general del sitio Laborum.com, la permanencia en un mismo lugar de trabajo en las nuevas generaciones no pasa de los dos años. Pero no es por capricho: "Ellos tienen muy presente la idea de estudiar afuera, viajar -explica-, y entre los requisitos les piden una formación integral. Por eso buscan trabajar en distintas áreas de su carrera".

Mirando tanto hacia el extranjero, es paradójico que en Chile la situación sea contraria a la de los 25 países -entre ellos, Argentina y México- considerados por Randstad. Según una investigación de Laborum.com, el 65% de los encuestados, todos con títulos profesionales o de carreras técnicas, quiere ser jefe (ver recuadro). Al revés de los países a los que los chilenos aspiran viajar para especializarse, para tratar de entender cómo lo hacen ellos y replicarlo acá.

POCOS LÍDERES
La visión que predomina globalmente es que no hay apuro. Y que no todo es trabajo. "En Europa, las personas de 50 años están en la plenitud de su carrera, son muy productivas y están más comprometidas con la empresa", explica Zulic. "Acá, la vida se te acaba a los 45. Ese es el miedo que te meten y vivimos apurados".

Mientras en Chile "hay un tema con el exitismo rápido y el cumplimiento de objetivos cortoplacistas", según la gerenta general de Laborum, la perspectiva mundial apunta hacia el lado contrario. Segovia, la sicóloga de la U. Andrés Bello, explica la lógica del fenómeno a nivel global. Porque por más que la gente se esté casando más tarde, esté teniendo menos hijos y sea más reacia a cumplir con cualquier patrón considerado obligatorio para las generaciones anteriores, el éxito laboral no significa lo mismo para ella. No radica en ser jefe. Sabe que eso implica un alto costo personal y, a diferencia de lo que ocurre en Chile, no se traduce necesariamente en un mejor sueldo.

"Existe una mayor necesidad de priorizar la calidad de vida como un aspecto importante para el desarrollo de las personas", dice Segovia, a lo que se suma una alta satisfacción con sus trabajos actuales. Esos que, por tener menos responsabilidades, tienen menos costos. Y menos riesgos. "Si ya han visto cómo lo han hecho los demás, por autocuidado las personas podrían preferir ser uno más del equipo", dice Pilar Bustamante, sicóloga de la Clínica Santa María.

Es válido: querer tener más tiempo libre, más estabilidad laboral y menos presión, son todos argumentos razonables para no querer ser jefe. Pero alguien tiene que asumir el cargo. Dentro de ese 68% que no quiere un ascenso en Dinamarca, o ese 72% en Noruega, están los futuros gerentes y supervisores. Inevitablemente. Y aunque no exista el apuro por estar al mando de un equipo, es sólo cosa de tiempo para quienes sean los más aptos. Aunque ni ellos sepan reconocerse.

Porque la mayor parte del problema, según Bustamante, no es que la gente no quiera asumir el cargo, sino que no saben cómo ejercerlo: "No hay una formación para ser líderes. Recién ahora se están haciendo algunos magíster para preparar emprendedores, para desarrollar capacidades de gestión y liderazgo. Pero antes de eso, lo más cercano a enseñanzas de este tipo son actividades específicas como los boy scouts".

Sin embargo, ningún tipo de coaching prepara a los jefes para asumir una de las características que más se asocia a los cargos de alto rango, según la sicóloga de la Clínica Santa María: "El poder trae soledad". Ya sea por el menor tiempo libre o porque los equipos pueden unirse en un bloque contrario, una jefatura trae consigo mayor aislamiento. Si es que no se es un buen líder, claro.

Por eso, Gabler entiende la reticencia a cargos de mayor peso. Porque después de llegar a ese estatus, queda poco por hacer. Tanto fuera como dentro de la organización: "Ser jefe es el final de la carrera. Después, lo que queda es que te echen".

65% de los chilenos sí quiere ser jefe
Puede ser porque acá las jefaturas siempre brindan estatus. Y un cheque con más ceros. Puede ser, también, porque Chile supera en un 25% a los países europeos en cuanto a horas trabajadas anualmente, y porque Santiago es la séptima ciudad donde más se trabaja en el mundo, según un estudio de Prices & Earnings de 2006. Y ya que se trabaja tanto, es mejor que sea por más dinero y desde una mejor oficina.

Según María Angélica Zulic, gerenta general de Laborum.com, el origen de esta obsesión por ser jefes radica en la formación universitaria. "Mandan a un recién egresado al mercado con una expectativa bastante alta de su desarrollo personal y bastante cortoplacista".

A diferencia de las generaciones anteriores, "formadas en un ambiente de rigor" -según Zulic-, los jóvenes "vienen con una deformación en la que se les dice que en el primer año se adquiere experiencia, y que en el segundo ya se debe tener una gerencia".

La encuesta de Laborum prueba que es una meta más presente entre los jóvenes, ya que un 40,6% de los encuestados espera alcanzar un puesto de alto rango entre los 30 y los 39 años.