EL PASADO domingo -en las primarias socialistas de España- Pedro Sánchez logró reconquistar el cargo de secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).  Su triunfo revela un evidente quiebre entre las bases y las cúpulas socialistas en España; por ello, el primer gran desafío será el de recomponer la unidad interna -la cual está en crisis hace años-, y reencantar al electorado. En 2016 el partido obtuvo el peor resultado de su historia, con 85 diputados de los 350 del Congreso.

Al margen de ello, Sánchez -quien ha reiterado en diferentes oportunidades que el Partido Popular (PP) es "insostenible" en el gobierno- cometería un grave error si impulsa una moción de censura contra el gobierno de Mariano Rajoy o promueve un llamado a nuevas elecciones, como lo acaba de plantear Podemos. De hecho, Pablo Iglesias, líder de Podemos, anunció que retirará su moción y apoyará la del PSOE si Sánchez se decide a presentarla.

Si el secretario general del partido toma esta vía, a todas luces compleja, España volverá a revivir el escenario de ingobernabilidad, tensión e incertidumbre que enfrentó en 2016, cuando ese país estuvo más de nueve meses sin formar gobierno, debido principalmente a un bloqueo institucional, provocado en su mayoría por Sánchez. Se trata de una estrategia que, además, no favoreció al PSOE, que retrocedió cinco escaños entre las elecciones de diciembre de 2015 y las de junio de 2016.

Con todo, sería esperable que Sánchez adoptara como principal reto liderar una oposición fuerte y constructiva para España, que contribuya a la regeneración política del país, al restablecimiento de las confianzas y a la consolidación de la economía.