El referato francés de rugby es el mejor del mundo. Lo dicen todos y lo prueban los hechos. Y aunque al galés Nigel Owens se le adjudique la extraoficial distinción a nivel individual, muy cerca están Jérôme Garcès y Romain Poite, entre otros galos.

"Es simple y son muchos los ejemplos, pero en la última gira de los British and Irish Lions a Nueva Zelanda, los árbitros de mis país dirigieron cinco de 10 partidos", explica Joël Dumé (57 años), el máximo responsable, desde diciembre pasado, de la Federación Francesa de Rugby en materia de arbitraje.

Dumé es un juez retirado, quien visita por primera vez Chile, tratando de compartir el entusiasmo por el juego que se convirtió en la pasión de su vida, para el que no era muy dotado, pero al que quiso seguir ligado con un silbato.

En un salón del Stade Français, no sólo se refiere al trabajo que realizará aquí durante una semana, sino que también hace mención, con suma calidez, a su amistad con su compatriota Jean-Pierre Juanchich (ex coach de los Cóndores, árbitro y difusor incansable del rugby en Chile), quien le planteó la idea de venir.

Juanchich, presente en el diálogo con La Tercera, replica con más emoción aún y lo califica como "mi jefe", por la relación que lo liga con su país de origen y con la Federación Francesa de Rugby (FFR). Juanchich es un personaje legendario en el medio nacional, donde ha sido uno de los que ha intentado masificar al máximo el juego de la ovalada. En los últimos años ha luchado contra el cáncer de páncreas y enfatiza su lazo con Dumé: "Sin Joël, yo no estaría aquí. Me ha permitido seguir colaborando y viviendo en torno al rugby. Eso me dio fuerzas para seguir".

Dumé igualmente se conmueve, porque sabe que Juanchich comparte esa pulsión por hacer crecer el rugby. Y por eso está aquí, para ofrecer cursos de perfeccionamiento a los jueces chilenos y, de paso, seleccionar a uno. El escogido será beneficiado con un curso, durante tres semanas, en el Centro Nacional de Rugby, en la localidad de Marcoussis (33 kilómetros al sur de París).

Allí, en 22 hectáreas con una infraestructura magnífica (media docena de canchas, pista atlética, gimnasios, piscinas, saunas, restaurantes, hotel, etc), se preparan las selecciones del Gallito, además de los entrenadores, réferis, preparadores físicos y todos aquellos que tengan que ver con el rugby, incluyendo becados de países emergentes. Dumé lo ratifica: "Francia siempre ha tenido una política de apoyo para el desarrollo de las naciones en desarrollo, como Chile, abarcando todos los aspectos del juego".

Eso se concretará hoy a las 15.40, cuando el oriundo del pueblo bordelés de Preignac escoja, en el partido entre Stade Français y Country Club, por la primera división del Torneo Central de la Arusa, al afortunado que irá a Marcoussis.

Experiencia le sobra a Dumé, quien dirigió en tres ediciones de la Copa del Mundo, además de debutar muy joven en el referato internacional, a los 33 años, en un choque de Gales contra Inglaterra, por el Cinco Naciones 1993. Su historia como juez es simple: "Fui jugador aficionado, como tercera línea, flanker, pero era malo. No me gustaba tanto el juego de contacto, pero me encantaba este deporte. A los 18 años, cuando entré a la universidad, decidí ser árbitro y luego, en el servicio militar, tuve tiempo de sobra y me aprendí el reglamento de memoria. Fue una forma de mantenerme en el juego". A los 20 años ya estaba dirigiendo en el alto nivel, un fenómeno inusitado a comienzos de los 80.

Hoy, como jefe de todos los jueces franceses, tiene una opinión crítica sobre la evolución del deporte que ama. "El rugby pasó de ser un deporte donde lo importante era evadir a uno en que se busca chocar, está muy violento. Eso coloca al árbitro en la constante tensión de dejar jugar o silbar". Desde 2003 a 2015, las conmociones cerebrales pasaron de 2,5 a 10,5 por 1.000 horas de juego, según estadística de la unión irlandesa.

Y ahí surge un punto común entre esta disciplina y el fútbol: el uso de la tecnología. "El rugby cuenta con la ventaja de haber comenzado a principio de este siglo con el TMO (Television Match Official, equivalente al criticado VAR)". Y matiza: "Mi opinión es que debería aplicarse sólo en la validación de los tries o para sancionar el juego violento; no así respecto de los forward-pass o situaciones menores. Se cae demasiado en la búsqueda del detalle técnico".

Es partidario que las repeticiones de las jugadas "sea a velocidad normal. Si yo muestro algún tackle alto en esas condiciones, probablemente usted me dirá 'tarjeta amarilla' (en el caso del rugby, 10 minutos en la banca), pero si esa misma acción la muestro en cámara lenta, usted me dirá 'tarjeta roja' (expulsión definitiva del juego)", parámetro aplicable en otros deportes.

De cualquier modo, sostiene que el rugby tiene una política de transparencia que busca la justicia: los diálogos entre el juez en cancha y el TMO son públicos en TV y las imágenes de televisión son repetidas en los estadios. Además, en los torneos internacionales importantes, el árbitro porta una cámara en el pecho que muestra la perspectiva que tiene en las acciones.

Independientemente de los aspectos arbitrales, Dumé también muestra su entusiasmo para promover la adjudicación de la sede del Mundial 2023, donde los galos compiten con Irlanda y Sudáfrica. Y, al cerrar, se atreve con un elogio: "Me encantó el cabernet-sauvignon chileno. Es muy, muy bueno". Viniendo de un oriundo de Burdeos, es una palabra que vale.