Para que un alimento sea orgánico, todo el proceso productivo y de comercialización que hay detrás de él debe cumplir con los estándares técnicos que exige la normativa. Esto incluye, el aislamiento del predio para evitar contaminación de vecinos; el manejo y conservación del suelo a través de la aplicación de humus, compost u otra material rico en materia orgánica; que la vegetación nativa que lo rodea sea resguardada; que no exista ningún tipo de contaminación y que esté prohibido el uso de productos sintéticos y/o químicos para el control de plagas.

¿Cómo saber, entonces, si el producto que estoy comprando es realmente orgánico? Desde 2007, todo producto orgánico que se vende en el país debe contar -por ley- con una certificación que acredita que estos estándares en la producción se cumplen y cuya fiscalización está a cargo del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). Y cualquier consumidor puede exigirla.

Pero eso ocurre poco en la práctica, razón por la cual el SAG -por mandato legal del Ministerio de Agricultura- dio curso a la creación de un sello oficial que distinga a los productos orgánicos, ecológico y/o biológicos.

Fue así como nació el Sello Orgánico: un distintivo que deberán llevar -por obligación- todos los productos procesados que se ofrezcan y promocionen bajo ese concepto y que será dado a conocer hoy en la Ecoferia de La Reina, mercado con casi una década de existencia y que reúne unos 30 productores orgánicos certificados.

Diferencias

Claudio Cárdenas, jefe del Departamento de Agricultura Orgánica del SAG, dice que el Sello busca hacer una diferencia clara a nivel de mercado, de modo que el consumidor pueda reconocer fácilmente un producto orgánico certificado por este distintivo "y no comprar productos que pueden ser fraudulentos", dice.

Mermeladas, compotas de futa, jugos, frutos secos, barritas de cereal y aceites de oliva son algunos de los productos procesados que podrán llevar al Sello, siempre y cuando cuenten con la certificación que acredita que su producción es orgánica.

También podrán usarlo feriantes o mercados que vendan frutas y hortalizas orgánicas certificadas, aunque para ellos no es obligatorio y el consumidor, a cambio, sólo podrá exigir que le exhiban la certificación. "Lo importante es que el consumidor sepa que, si un producto no tiene el sello ni la certificación, no es orgánico. No hay nada que se lo acredite", dice Cárdenas.

Mercado en expansión

A septiembre de este año, el SAG contabilizaba más de 174 mil hectáreas orgánicas certificadas en el país. De ellas, casi 20 mil corresponden a superficie cultivada e incluye productos como manzanas, olivos, kiwis, frutillas, entre otros. El resto -más 154 mil há- pertenecen a recolección silvestre, una práctica muy extendida en las regiones de Los Ríos y La Araucanía y que debe cumplir con todos los estándares medioambientales exigidos por la ley.

A eso suman las más de 21 mil colmenas orgánicas certificadas y algunos casos de producción orgánica animal.

El experto del SAG dice que el Sello Orgánico viene a hacerse cargo de esta expansión del mercado, dotándola de transparencia lo que, sumado a otras medidas, está abriendo las puertas de estos productos a otros mercados. "Chile acaba de firmar un acuerdo con la Unión Europea de equivalencia entre sus normativas de certificación, de modo en el primer semestre de 2018, cualquier producto orgánico chileno podrá ser exportado a Europa con sello y certificaciones chilenas", explica Claudio Cárdenas. "La equivalencia nos instala como proveedor confiable, el primero de este tipo en Latinoamérica, donde nuestras normas de certificación serán equivalentes a las del país receptor en todos sus estándares".

Un acuerdo similar se está trabajando con Estados Unidos, otro de los grandes mercados para los productos orgánicos chilenos, lo que promete ser un gran impulso para sus productores.

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