Nano Stern almuerza en plaza Ñuñoa y una mujer de cabellera salvaje y canas orgullosas se acerca. Lo escuchó en la radio remozando Mazúrkica Modérnica. Los versos la remecieron. El músico de 32 años recita en voz baja las estrofas aplicando la genial jerigonza de Violeta Parra para una lúcida reseña del Chile actual con su constitución escrita con bota y visera. Felicitaciones. El músico sonríe con un dejo de amargura. Tiene gracia cómo lo canta, no el contenido.

A Nano Stern hay un montón de cosas que no le gustan y entre ellas clasifica la caricatura del pelilargo sonriente. Por un lado cree que la música está "para crear belleza, ser positiva y hermosa", y así las cinco canciones de este EP bautizado Santiago cumplen en general ese requisito básico en su discografía de seis títulos en estudio. Pero también ha liberado una faceta que hasta ahora no ofrecía en su obra.

"Esa auto sugestión discursiva me estaba negando ciertas partes de mi energía más duras, que no tienen que ver con andar viajando en festivales por el mundo, sino vivir en Santiago, tomar la micro y meterse al metro todos los días."

Horas antes los parlantes de una sala del estudio Madreselva atronan con Respiren Menos, la primera canción. Nano toca todos los instrumentos sin rastros de lo que se espera de él, ni guitarras ni melodías. La última línea, de voz casi robótica dice "y así sentencia el capataz: respiren menos trabajen más." El ambiente tiene algo de siniestro y hastío, la introducción a un disco conceptual sobre la capital. "Es un viajecito dentro de Santiago que pasa por la experiencia personal y termina en una cosa muy íntima, un tránsito de un estado a otro en el contexto de la ciudad."

Tras Mil 500 Vueltas (2015) Stern sintió una especie de vacío, y la certeza de que los álbumes tradicionales exigen demasiado tiempo para tornarse en exceso eclécticos, tratando de encapsular un par de años de material. El conciso formato EP parece facilita además embarcarse de inmediato en nuevos proyectos. Terminó hace poco un EP en formato power trío para 2018 y la próxima semana entra de nuevo al estudio.

En agosto de 2016 Stern marchó hacia la costa cerca de Punta de Tralca junto a Alfonso Pérez, ingeniero y colaborador habitual. Consiguió un montón de tambores con Joe Vasconcellos para montar un sitio de grabación a la manera de una sala de juegos. Tenía todo menos los temas. "El disco surgió desde el fondo, desde la percusión, los bajos, el texto. Y con una característica bien insólita para mí: una sola canción tiene guitarras. Necesitaba salir de mi hábito. A veces te determina mucho la memoria física y táctil. Uno termina haciendo las misma armonías, los mismos acordes."

Estar solo implica no discutir con nadie ¿Es más cómodo?

Puedes explorar ciertos lenguajes de manera muy personal. Y también porque tenía ganas de repetir este ritual después de diez años de haber hecho mi primer disco así, que tenía una sonoridad especial de capas, de cómo se complementa un instrumento con otro. Cuando grabas todo y además produces, no hay necesidad de demostrar nada más que no sea en función de la música.

Las canciones del EP -Respiren Menos, Santiago, Abramos los Ojos, Voz de Cristal y El Patio- no alcanzan a cubrir media hora. Stern explica entusiasta detalles como que algunos contrabajos se apuntalan con sintetizador Moog, o la existencia de un clic que grabó él mismo golpeando baquetas, tiempo que cruza todo el disco sutilmente.

Después de 10 años de carrera, ¿cómo se relaciona con su discografía?

Es lo más parecido a mirar un álbum de fotos, una manera de guardar momentos. Hay temas que funcionan como premoniciones, como llaves. Sigo buscando, sintiendo que no se si puedo plasmar la energía en vivo en un disco, incluso en los discos en vivo. Creo que son cosas diferentes y hay que entenderlo así.