Señor director:

Observo la polémica -algo estéril- sobre las soluciones viales para los automovilistas que en fechas emblemáticas escapan de Santiago y sus vicios urbanos. Como familia, decidimos hace algunos años gozar de la naturaleza cerca de Santiago; no fuimos originales, ya lo habían pensado así los jesuitas al instalar allí una casa de ejercicios ignaciana.

Vivir con aire puro y belleza natural a minutos del centro de la capital pensé que era posible. Pero el abandono se acerca a medida que uno se aleja de la ciudad. Pareciera que los automóviles y buses son las únicas fórmulas de transporte; así como las calles y avenidas son las únicas vías de movilización.  El tren -con sus virtudes y su tácita belleza- ha sido enterrado para los que han osado irse a la periferia. Diariamente debo cruzar una abandonada vía férrea en la comuna de Padre Hurtado rural, sector que habito hace unos cuatro años. Si bien hemos salido de las páginas rojas de los diarios, en general la prensa y el Estado nos ignora. Nadie pareciera observar las bondades de este lugar.

Estamos al lado de la atochada comuna de Maipú y pese al abandono y el afán de algunos santiaguinos de usarnos como basurero, se ven algunas mejoras. Cada día estamos más lejos y más cerca del centro. Hay una oferta de tener conexión con la Autopista del Sol, en un mediano plazo. Existe un trazado casi natural para materializar un programa recreativo creando en la Ruta G-68 (Camino a Valparaíso) un circuito deportivo cada fin de semana o de manera ocasional, pero programado. En dicho sector se han producido en los últimos años delitos de mucha gravedad y, sin embargo, no tenemos siquiera un retén en la zona, ni comisaría en la comuna. La tenencia más cercana queda a casi 12 kilómetros (prácticamente otro pueblo). Hace poco tenemos un supermercado, pero carecemos de sedes bancarias relevantes. La abandonada estación ferroviaria podría ser parte de la solución y no del problema; si los ministros de Transportes y de Obras Públicas pensaran también en las personas de la periferia, podrían revitalizar un proyecto de tren rural.

Si a lo anterior añadimos que originalmente este lugar se denominaba Marruecos, pareciera que al cambiarle el nombre a comuna de Padre Hurtado sólo se quiso efectuar un peyorativo homenaje al único santo chileno. Es hora de que se pague la deuda moral que se tiene con él y con los habitantes de Padre Hurtado.

Ernesto Vásquez Barriga