Desolación había en Mercedes el sábado, después de las clasificaciones del Gran Premio de Singapur. Sus autos apenas partirían quinto, Lewis Hamilton, y sexto, Valtteri Bottas, y con seguridad serían testigos en la partida de cómo los Ferrari se alejaban, y Sebastian Vettel le arrebataría al inglés el primer puesto del Mundial. Eso, si no hubiera llovido.

El agua que caía sobre Marina Bay y se empozaba bastante en la pista le dio la bienvenida a los pilotos este domingo de carrera. Los autos partieron con diferentes compuestos. Los punteros de la grilla, con intermedios, y los de más atrás, con gomas para agua.

Tal vez esa decisión fue clave. Tal vez la mala salida de Max Verstappen, segundo en la grilla, fue la que le dio la oportunidad a Kimi Raikkonen de querer pasarlo por el estrecho hueco contra el muro. Lo que se produjo fue un sándwich entre los dos Ferrari y el holandés del que ambos autos rojos salieron muy perjudicados: el finlandés, fuera de pista con el coche destrozado, igual que el del joven de Red Bull, mientras que Vettel, que se había escapado en la punta no llegó a la siguiente curva, se despistó, dejando el primer puesto a Hamilton. "El auto tenía muchos daños, no se podía seguir", dijo el alemán, dando a entender que intentaría salirse de la pista cuando hubiera un escape.

"Perdí el auto cuando me toparon. Yo iba en buen camino. El resultado no cambia quien sea el culpable. No tengo claro qué pasó", declaró Raikkonen. Verstappen, en tanto, dijo: "Los Ferrari no me dejaron espacio. Uno no puede desvanecerse". Más tarde culparía directamente a Vettel del incidente: "Cuando uno pelea por un campeonato del mundo no debería hacer algo así. No fue algo muy inteligente".

La maldición de Mercedes en Singapur se convertía en bendición. Con el primer abandono de Vettel desde Malasia 2016, ya era imposible que le arrebatara al británico el primer puesto de la temporada.

El auto de seguridad fue protagonista en Marina Bay. Se fueron también Fernando Alonso, dañado en aquel choque múltiple inicial, y Daniil Kvyat, que se fue contra una pared.

Tras los desaguisados, Hamilton, Daniel Ricciardo, el protagonista del fin de semana, y Bottas se hicieron del tridente en la delantera. La elección de los neumáticos se convertía entonces en fundamental, luego de que la pista se comenzará a secar. Todos rodaban con intermedios. El primero en atreverse fue Kevin Magnussen y los ojos de todos los equipos se fueron con ėl y con Felipe Massa, que lo imitó al minuto poniendo ultrablandos. Era el giro 26 de los 61 pactados.

Recién en la vuelta 29 se deciden los punteros. Ricciardo y Bottas. Hamilton esperó, estaba conforme con sus llantas.

En el giro 39 (a esa altura ya se sabía que la prueba no cumpliría sus 61 vueltas sino que se cortaría a las dos horas, como dice el reglamento) vino la tercera bandera amarilla, que apretó y complicó todo. Más aún, cuando el neumático delantero derecho del inglés comenzó a tambalear. Sin embargo, pudo soportar cualquier ataque, incluso marcó vueltas rápidas y cerró las dos horas de carrera con el triunfo y con sólo 12 autos en una pista ya seca.

"Parece que Dios puso su ojo en mí aquí. Pude capitalizar el incidente, quién iba a saber lo que iba a ocurrir. Ha sido desafortunado para Ferrari, para nosotros ha sido una suerte, aunque Ricciardo nos lo ha puesto difícil también", señaló Hamilton, quien suma tres victorias consecutivas.

El español Carlos Sainz, de quien se dice pasará ya en la próxima fecha, en Malasia, a los asientos de Renault, aseguró el cuarto lugar, la mejor posición de su carrera, mientras que el mexicano Sergio Pérez, quinto, había firmado más temprano su continuidad con Force India para 2018.