Es probable que una de las mejores ideas de la derecha en las últimas décadas sea la recreación del concepto de derecha social. Digo recreación, porque el asunto no tiene nada de novedoso: luego de sentir el llamado de la encíclica Rerum Novarum pronunciada por el papa León XIII en 1891, algunos jóvenes idealistas del Partido Conservador decidieron seguir con mayor decisión el mensaje papal a favor de los pobres y abordaron con seriedad el drama de la miseria urbana y rural. Entre ellos, hubo quienes incluso invirtieron su fortuna personal en obras sociales, como Juan Enrique Concha, quien no por casualidad es abuelo del cura obrero Mariano Puga.

Hoy en día, el principal promotor de la idea es el senador Manuel José Ossandón. Él plantea un "Estado solidario", aboga por un sistema económico "más humano", y uno se pregunta: ¿a quién no le gustaría ver a una derecha que, en vez de fraguar colusiones, comprar políticos, o traicionar al sistema económico que ella misma impuso para que unos pocos, magos en toda clase de ardides, obtengan ganancias escandalosas, optara por la solidaridad, la entrega y la igualdad? Al igual que gran parte de la cúpula de la Iglesia Católica, el lastre histórico de la derecha en las últimas décadas es no haber estado lo suficientemente comprometida con los pobres.

Otro que a su manera ha hecho suyo el concepto de derecha social es Joaquín Lavín. Por medio de una medida ejemplar, el alcalde decretó que construirá viviendas sociales en una de las comunas más ricas y exclusivas de Chile. En el contexto histórico de una ciudad como Santiago, donde la segregación ha sido la norma, la movida de Lavín solo merece aplausos. Es más: puede que la inclusión social promovida por Lavín sea uno de los pasos más importantes que en el último tiempo se hayan dado en pos de la ambición -tan desacreditada hoy en día por una infinidad de causas- de convertir a Chile en un país desarrollado.

Como todos sabemos, Ossandón y Lavín son miembros del Opus Dei. Y esta afinidad, que por supuesto se da antes que nada en el plano de lo espiritual, a mí no me parece tan alejada de lo meramente terrenal. En cuestiones de este mundo, el pragmatismo del Opus Dei chileno es bastante notable. Un buen ejemplo de ello son dos declaraciones recientes del alcalde Lavín: mientras un día defiende por la prensa a sus amigos, los excontroladores de Penta que se echaron al bolsillo a varios políticos para que velaran por sus intereses, al día siguiente explica con genuino entusiasmo la trascendencia de la inclusión social en un país tan desigual como el nuestro.

Qué duda cabe que reflotar el concepto de derecha social es una gran idea, además de un deber histórico. Da la impresión de que así lo ha entendido el ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno. Sin embargo, esta vez los esfuerzos debieran verse liberados de cualquier tinte religioso. Y ahí ha de entrar al juego esa derecha libremercadista a la que hoy tanta falta le hace un credo y expiación. No olvidemos que las loables intenciones de aquellos que se escindieron del Partido Conservador para fundar la Falange Nacional, dieron pie al nacimiento de la Democracia Cristiana, la colectividad política más desacreditada del presente.