¿Para qué mandar a hacer un mueble si lo puedo encontrar más barato y rápido en el mall? Es lo que muchas y muchos se pueden preguntar cuando llega el momento de comprar una repisa, un rack para la TV o un librero.

“En el retail se pueden encontrar cosas buenas, pero cuando los encargos son diseñados y ejecutados para lugares y realidades particulares, se puede llegar a una especificidad que el comercio no puede resolver”, sostiene Carlos Íñiguez, del taller Íñiguez Anaíz.

“Los muebles personalizados pueden definir atmósferas, estados de ánimo, dar indicios de cómo funciona un espacio y el comportamiento que tienen las personas en él”, dice Andro Yurac, diseñador industrial y mueblista. “Después de tanto cubículo y departamento piloto, tener la capacidad de diferenciar y decidir cómo queremos habitar nuestros espacios se ha transformado en una necesidad”, agrega.

Encargar un mueble significa hacerlo, entre otras cosas, según las dimensiones, los materiales, el estilo y colores que cada quien desea. “Es una preocupación especial sobre el espacio que va a habitar, el uso que se le va a dar y la lectura de su construcción, el entender de dónde viene”, apunta Yurac.

Y, además, dicen los entrevistados hay un tema de calidad que es indudable. “Es la gran diferencia. Un mueble de retail suele verse bonito desde lejos, pero eso dura poco tiempo: al ver los detalles, en su mayoría tienen terminaciones poco pulcras y se destruyen o se malogran rápida y fácilmente”, asegura Cristián Álvarez, de Rukan Chile.

La posventa es otro aspecto diferenciador. “En emprendimientos como el nuestro, la gente tiene contacto directo, y todas las dudas, problemas o coordinaciones se hacen rápidamente. En el retail, en cambio, quedan a su suerte”, expone Óscar Consalvez, de Calabaza Diseño. Si todas estas ventajas ya te van convenciendo para reestructurar tu casa, a continuación hay cinco talleres que diseñan y fabrican sus propios muebles, siempre considerando las necesidades y posibilidades de sus clientes.

Qué se debe considerar

Pero antes de encargar un mueble, hay que tener algunas consideraciones que ayudarán a que el pedido sea más claro y el resultado más fidedigno a lo que estás pensando.

Lo primero es tener claro dónde lo vas a poner, considerar el espacio que tendrá, así como los otros elementos con los que se va a relacionar, “para así poder proyectar en relación al estilo de vida que se tenga en ese lugar”, sugiere Andro.

Óscar coincide y ejemplifica: “si encargan un rack, es súper relevante ver el tamaño de la tele para asegurarse de que quepa bien. Luego viene decidir el estilo y qué opción le puede combinar al resto de la decoración de la casa”.

Es recomendable, además, pensar en los materiales que se desean utilizar. Podría ser completamente de madera, o también tener fierros, mármol o vidrio. Lo que sea es mejor tenerlo en cuenta, porque no todos los talleres trabajan los mismos materiales. La claridad sobre el estilo deseado también ayuda a facilitar las cosas, y si no la tienes, puedes asesorarte directamente con los mueblistas y/o diseñadores.

De papás a hijas e hijos

No estaba en los planes de Nicole Morales, a pesar de que su historia familiar estaba bien marcada por el comercio y la mueblería. Pero las circunstancias de la vida —entre ellas la maternidad y la necesidad de una fuente laboral estable—, la llevaron a ella y su marido, Antonio Lira, a decidirse por emprender el 2015.

Así nació Sol y Luna, que según explica Morales, tiene una propuesta en la que “les permitimos a nuestros clientes participar activamente de su proyecto, que es tan especial para cada familia”.

Su foco está en la mueblería infantil. Mudadores, cómodas, camarotes y cunas están entre los más pedidos. “Pensamos en nuestros productos como una inversión a largo plazo, para eso la utilidad, funcionalidad y calidad de los materiales es importante”, cuenta. Maderas como pino, raulí y lenga son las que más utilizan, pensando en la durabilidad del mueble.

Sol y Luna ofrece, además, servicios de restauración —aprovechando el gusto de Nicole por las antigüedades— y de bricolaje. En este último, los clientes pueden diseñar su propio proyecto para la habitación del recién nacido. “Somos papás, tenemos familia, pasamos por el proceso de esperar la llegada de un hijo y tener que armarle su dormitorio, así que ensamblamos todo ese conocimiento: según los gustos y personalidad del cliente vemos desde el papel mural y las cortinas hasta la cuna y los muebles”, explica.

La pandemia y las restricciones sanitarias han ralentizado el proceso de elaboración y entrega de cada pedido, los que solían estar listos en un plazo de 30 días. Hoy demoran cerca de 45. Los valores dependen de los materiales a utilizar, medidas y detalles como el color y el diseño. “Si buscas cunas convertibles, que tu bebé pueda utilizar hasta los 5 años, las puedes encontrar desde los $245 mil hasta los $360. Camas desde los $195.000 y cómodas, con y sin mudador, desde los $180 mil, dependiendo de cuanta modificación y detalle se vaya incorporando”, cierra.


Madera nativa y reciclaje

A Santiago Solari siempre le gustó la construcción y el trabajo sobre madera. Pero su interés se profundizó en su etapa universitaria. En 2020, en plena pandemia, y tras dos años en Australia, donde llegó a trabajar como como carpintero, Santiago abrió Taller 47, su propio espacio para el diseño y fabricación de muebles.

Hoy cuenta con dos talleres y trabaja con cinco personas. En uno se dedican a la restauración de muebles antiguos y, en el otro, a la fabricación de muebles a pedido. Aunque hacen “de todo”, durante este año y medio de existencia han primado los encargos de camas y mesas para terraza, además de la restauración de banquetas, usando principalmente maderas nativas como el raulí y el roble, que reutilizan rescatándolas desde casas o edificios en demolición.

“Creo que no tengo un estilo tan marcado”, cuenta. “Me gusta mucho la madera, desde el roble hasta el terciado de pino, todas son muy distintas, pero mi fin es reutilizar la mayor parte del material que utilizamos”, cuenta Santiago.

Según él, las diferencias de calidad que existen entre su trabajo y la oferta mayorista son “gigantescas”. Con una buena mantención, dice, “el mueble que hacemos puede durar muchísimo tiempo en comparación al del retail, que cada vez dura menos. Además, nuestros precios son bastante parecidos”.

Dependiendo del tipo de mueble, sus dimensiones y los materiales a utilizar, entre otros factores, los valores de Taller 47 se mueven en un rango que va entre los $200 mi y los $500 mil pesos. Y sus plazos de entrega, afectados por el contexto sanitario, se encuentran entre las cinco y siete semanas.


Estilo latino para humanos y animales

Cuando se casaron, Óscar Gonsalvez y María José Castro le pidieron a sus familiares y amigos que, en vez de regalos para la casa —que ya la tenían suficientemente armada—, les aportaran con dinero para lograr su independencia laboral. Como resultado, en abril de 2019 montaron el taller Calabaza Diseño. Conzalvez aporta con sus conocimientos de carpintería, sus estudios de diseño y su experiencia creando escenografías para teatro; ella, periodista, aprovecha sus habilidades manuales y comunicacionales para trabajar el tan relevante marketing.

En Calabaza Diseño desarrollan varios tipos de muebles: repisas, libreros, baúles y banquetas. Sin embargo, aseguran que su “línea estrella” es la que integra a las mascotas: pueden ser “casas, libreros y rack de TV con cama incluida”, comenta Óscar. “De esa forma la gente tiene un lugar acogedor para su gato y un mueble útil para la casa”.

En cuanto al estilo, ellos mismos lo describen como latino, “Son alegres y de colores vivos. Los clientes pueden escoger, además de sus medidas especiales, entre varias opciones de diseños y colores que van estampados en la madera; así creamos un mueble totalmente único”.

Utilizan principalmente terciado de pino, pintura acrílica y sellante al agua no tóxico, pensando en el cuidado de las mascotas. El material sobrante lo reutilizan para fabricar máscaras decorativas, y los retazos son aprovechados para hacer figuras decorativas, como vírgenes de Guadalupe, budas o corazones, que se suman a una línea de muñecas tatuadas, hechas a mano con los remanentes de tela de las camas para los gatos.

El rango de precios de Calabaza Diseño es amplio. Dependiendo del mueble, puede ir entre los $20 mil a los $300 mil. Asimismo, la entrega se realiza, según lo copada de la agenda, entre 15 y 30 días después del pedido.


Conceptual y funcional

Una cuchara fue la que guió a Andro Yurac hacia el camino del diseño industrial. Fue una especie de iluminación que se dio en algún momento de su adolescencia. “Hasta ese momento no me había cuestionado que detrás de cada objeto hay una persona que pensó en la forma y en cómo llevarlo a cabo en la realidad tangible”, dice.

Ya en la universidad, pudo estudiar en el extranjero pero no en cualquier parte: llegó a Finlandia, país especializado en el desarrollo de mobiliario y el trabajo técnico en madera. Su experiencia le permitió postular a Estudio Bravo, un reconocido espacio de diseño de muebles, objetos e interiores, donde terminó de confirmar su afinidad por la mueblería.

“Para mí, los muebles son el encuentro entre la arquitectura y los objetos. Es un espacio material donde se interactúa con la proporción humana de manera muy sensible”, afirma Andro, quien hoy toma también sus propios pedidos y los trabaja en solitario.

Desde piezas de menor escala y flexibles, como mesas auxiliares o bancas, a muebles de usos más específicos, como soportes para vinilos o escritorios son parte del portafolio de este diseñador. Sus diseños buscan un equilibrio entre lo conceptual —“una observación sobre algo”— y lo funcional.

Cuenta que le ha sorprendido la cantidad de encargos para soportes de base de cama que ha recibido en lo que va de pandemia. “El mercado nacional aún no ha podido hacerse cargo de este elemento. En esta escasa oferta, es una oportunidad para repensar nuevas tipologías alternativas a las existentes”, dice.

Sus tiempos de trabajo demoran en relación al volumen del encargo. “A veces hay proyectos que requieren más tiempo en taller debido a sus requisitos técnicos”. En general, considerando el contexto de pandemia, las entregas se dan entre 25 a 30 días hábiles. Y sus valores pueden variar entre los $100 mil y el millón de pesos.


Tal como lo pide el cliente

Cristián Álvarez recuerda que cuando era un niño desarmaba los juguetes que le regalaban para crear otros nuevos. Algo que se repitió en su adolescencia, cuando intervino el mobiliario de su pieza, por ejemplo, cortando las patas de madera de su cama, para dejarla a ras de suelo, y con el material obtenido, se construyó un escritorio.

Debió ser la sangre porque, según dice, tanto en la familia paterna como materna abundaban la creatividad y las habilidades manuales. Su papá trabajaba en la construcción y Cristián lo solía acompañar a ver las obras, donde aprovechaba para conversar con los maestros y obreros. También se relacionó con herramientas desde chico, pues sus abuelos contaban con un cuarto especial para ellas.

Al salir del colegio, optó por estudiar diseño de interiores. Duró un año y se cambió a industrial. Ya titulado, y en paralelo a su trabajo en agencias, comenzó a tomar pedidos de amigos y familiares para fabricar muebles. Hasta que en 2013 no aguantó más y decidió independizarse. Con el apoyo de su esposa y socia creó Rukan, un nombre mapudungún que simboliza lo que representa para ellos este trabajo: “la festividad que hay en torno al construir tu casa”.

“Fabricamos todo tipo de muebles, excepto los que tengan que ver con tapicería”, explica Cristián. “Nos gusta escuchar la problemática de nuestros clientes y darles soluciones, que sientan que los muebles están hechos especialmente para ellos”. Las camas, para adultos e infantiles, tradicionales, nido o con cajones, están entre los pedidos más recurrentes de Rukan.

Los materiales más utilizados en el taller son la madera, el fierro, los tableros de melamina y el terciado. Actualmente, cuenta Cristián, “estoy trabajando para poder realizar aplicaciones de resina en muebles de madera”.

Cristian explica que, al momento de cerrar un pedido, se le entrega al cliente un render del mueble. “Esto significa que el cliente verá el producto en una imagen en 3D, unificando así su imaginación, su necesidad y mi interpretación, asegurándonos de que lo que recepcionará será tal cual lo que solicitó”.

Los valores en Rukan pueden variar desde los $60 mil a los $750 mil, dependiendo del pedido. Aunque pueden haber trabajos más costosos, como “los comedores de madera nativa, ya sea de lenga o mañío”, o proyectos para armar una cocina completa. Los pedidos suelen demorar entre cinco y diez días.


Espacio y proporción

Fue justo antes del estallido social, en 2019, cuando Carlos Íñiguez y su amigo Ignacio Anaíz crearon su emprendimiento, Íñiguez Anaís. No les ha sido fácil: después de la revuelta, y en medio de la pandemia, sufrieron el robo de todas sus máquinas. “Entraron a nuestro taller y se llevaron todo, fue muy rápido. Según lo que vimos en los videos, en menos de 5 minutos ya tenían todo arriba de una camioneta”, comenta.

Para suerte de ellos, ya lograron reponer todo lo robado y continúan su trabajo, que contempla todo tipo de muebles: libreros, racks, mesas de centro, arrimos, comedores y mesas de cocina plegables, entre otras opciones, que diseñan y fabrican en base a materiales como maderas nativas, fierro, piedras, mármol y cristal.

“Creo que en nuestros muebles el principal protagonista es el espacio y la proporción. Intentamos fabricar estructuras que visualmente resultan muy ligeras y de líneas simples que ponen en valor materiales y terminaciones”, describe.

En general, los encargos demoran entre 30 y 45 días, y los precios varían mucho según las medidas que tenga el mueble. A modo de referencia, los libreros estándar orbitan por los $500 mil.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 29 de junio de 2021. Los valores y disponibilidad pueden cambiar.