Comer y dormir estarían mucho más relacionadas de lo que se piensa. De acuerdo a un estudio dirigido por la Dra. Naima Covassin, investigadora en medicina cardiovascular de Clínica Mayo en Estados Unidos, reveló que no dormir suficiente llevó a un aumento del 9% en toda la zona de la grasa abdominal, y a un aumento del 11% en la grasa visceral dentro del abdomen. Esta grasa visceral se acumula en lo profundo del abdomen, alrededor de los órganos internos, y se vincula estrechamente con enfermedades cardíacas y metabólicas. Los resultados se publicaron en la revista del Colegio Americano de Cardiología.

“Los resultados muestran que hasta en personas jóvenes, sanas y relativamente delgadas, el dormir poco se relaciona con mayor ingesta calórica, un ligero aumento de peso y un incremento considerable de la grasa acumulada dentro del vientre”, comenta a Qué Pasa el Dr. Virend Somers, profesor de Medicina Cardiovascular en la Clínica-escuela e investigador principal del estudio.

El hecho de no dormir suficiente es, a menudo, un comportamiento optativo que cada vez se vuelve más generalizado. En Estados Unidos, por ejemplo, más del 33% de los adultos no duerme suficiente de forma habitual. Esto es debido, entre otras cosas, a cambios en el horario laboral, uso de dispositivos inteligentes y redes sociales durante las horas de sueño. Además, la gente tiende a comer más durante las horas de vigilia, sin aumentar la actividad física.

Somers enfatiza, además, que por lo general, “la grasa prefiere acumularse subcutáneamente, o bajo la piel. Pero cuando el sueño no es adecuado, parece que la grasa se asienta en un compartimento visceral más peligroso”. El médico norteamericano mencionada, asimismo que, si bien durante el período de recuperación del sueño hubo una disminución en la ingesta calórica y en el peso, la grasa visceral continuó aumentando. Esto plantea que no dormir de forma adecuada desencadena un hecho previamente desconocido, que es la acumulación de grasa visceral y que recuperar el sueño no revierte ese fenómeno, al menos a corto plazo.

Estos resultados implican que el sueño inadecuado, a la larga, contribuye tanto a la epidemia de obesidad como a enfermedades cardíacas y metabólicas, según complementa el Dr. Somers. El estudio se realizó con 12 personas sanas, que no eran obesas, y cada una de ellas hizo dos sesiones de 21 días en un entorno hospitalario. Los investigadores controlaron y midieron la ingesta energética, el gasto energético, el peso corporal, la composición corporal, la distribución de la grasa y los biomarcadores circulantes del apetito.

Los primeros cuatro días fueron para un período de aclimatación, durante el cual se les permitió a todos los participantes dormir nueve horas en la cama. Durante las siguientes dos semanas, al grupo de sueño restringido se le permitió dormir cuatro horas, pero al grupo de control se lo mantuvo con nueve horas. Después, ambos grupos pasaron tres días y tres noches de recuperación con nueve horas de sueño en la cama.

Los participantes consumieron más de 300 calorías adicionales al día durante el período de restricción del sueño y comieron aproximadamente el 13% más de proteína y el 17% más de grasa que en la etapa de aclimatación. Ese aumento en el consumo fue mayor en los primeros días de privación de sueño y fue disminuyendo hasta llegar a los niveles iniciales en el período de recuperación. El gasto energético se mantuvo principalmente igual durante todo el tiempo.

Si no puedes dormir, no te quedes más de 15 minutos en la cama.

«La acumulación de grasa visceral se detectó solamente mediante una exploración por tomografía computarizada, debido a que el aumento de peso fue muy modesto y solo de más o menos 500 gramos. Las mediciones del peso por sí solas habrían tranquilizado falsamente con respecto a las consecuencias para la salud de un sueño inadecuado, agregó la Dra. Covassin. Además, la investigadora reconoció que es preocupante el posible efecto de los períodos repetidos de sueño inadecuado y su relación con el aumento progresivo y acumulativo de la grasa visceral con el transcurso de varios años.

Somers, por su lado, concluyó que hay que considerar intervenciones de tipo conductual, como hacer más ejercicio y optar por comida sana, sobre todo en las personas que no pueden evitar fácilmente la alteración del sueño. Es necesario estudiar más este asunto para determinar la relación de estos resultados en gente joven y sana con los de las personas que tienen alto riesgo, como aquellos que ya padecen obesidad, síndrome metabólico o diabetes.

Calidad y cantidad de sueño

Se estima que un adulto debería dormir, en promedio, alrededor de siete horas diarias. Sin embargo, la calidad de este sueño también podría afectar en la acumulación de grasa en la cavidad visceral del organismo. Es decir, se podrá dormir lo suficiente en términos cuantitativos, pero si ese sueño no es de buena calidad, podría tener los mismos efectos en el organismo que si se durmiera poco.

Al ser consultado por Qué Pasa, Virend Somers explicó que existen casos, como quienes tienen principios de apnea, pueden dormir alrededor de 10 horas, pero su capacidad respiratoria no ayudaría a tener un buen metabolismo. “Si miras las ondas cerebrales, se están despertando constantemente durante la noche, aunque no se den cuenta que su sueño está siendo interrumpiendo”, explica. El médico detalla que hay parámetros a considerar en afecciones que puedan afectar el sueño en términos cualitativos, sin despertar al individuo, lo que “podría estar asociado a la acumulación de grasa y a los niveles de presión arterial”, aseguró el investigador.

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