LA CARTA  de la Comisión Patrimonio 2002-2011 del PS contribuyó a sacar a su partido, en apenas tres días, del vendaval de confusiones, sospechas, falsedades y respuestas no convincentes que lo asediaban interminablemente. Pero no podía dar respuesta ni impedir, el debate dentro y fuera del PS, sobre su deber ser; y sobre contradicciones inherentes a sus mayores virtudes.

No es extraño que el PS haya encarnado la renovación de la izquierda. Aspira como toda izquierda, a la coherencia ideológica, pero es el único donde prima lo popular sobre ella. Así, cuando anhelos populares discrepan de ideología, partidos como el PC optan por lo ideológico en la esperanza que las "desviaciones" populares se corregirán y el pueblo reconocerá quién mantuvo inmutable su pensamiento, mientras el PS opta por navegar con su pueblo, cambiando él y marchando con los tiempos.

Pero la aspiración ideológica lo complica. Fue protagonista clave en esos tiempos de Concertación indiscutiblemente exitosos para Chile y su pueblo, resolviendo una ecuación virtuosa de lucha contra la pobreza, economía de mercado, alianza con no socialistas para tener mayorías por los cambios y construir un país mejor para todos. Pero la virtud no le alcanzó para aceptarse a sí mismo. Tenía un desajuste entre las lógicas que proclamaba y practicaba. Relativizó su obra extraordinaria diciendo que no podía hacer más, por "los amarres" de la dictadura. Se hizo así más vulnerable a derecha y ortodoxia radical.

Hay en el PS algo de lo que ve Isaiah Berlin en Tolstoi, en "El erizo y la zorra". Ningún otro partido de la izquierda chilena ha tenido su sensibilidad para captar y contener la diversidad mutante de la vida social, pero convive en él con la pasión contradictoria de anhelar un pensamiento único y atemporal que la interprete.

Hoy, aunque la tormenta sobre sus inversiones amaina, no podrá eludir por mucho tiempo el debate sobre la economía de mercado. Esa, que tiene muchas variantes, pero se impone en el mundo y es en la que viven las democracias. Unos querrán zanjarlo en el tribunal de disciplina y otros en el debate de ideas (ver por ejemplo "Carta al PS y sus votantes" de la periodista Lucía López (@lucialopezchile) preguntándose, a propósito de la polémica sobre el patrimonio socialista, si el PS de hoy puede ser igual al de los 70).

No es esta la mejor coyuntura para hacerlo. Esa vulnerabilidad socialista será explotada por el Frente Amplio que, con el caldo de ortodoxia "sigloveintera" y pragmatismo que lo caracteriza, ve a PS y PC como cantera electoral. Lo acusará de inconsecuente, de "lucrar", etc. La derecha que, de perder su monopolio de la economía de mercado solo le quedaría Pinochet, también le dará lo suyo.

Pero, en fin, estas discusiones se dan cuando se dan. Brotan más fácil en tiempos de crisis y se hacen ineludibles en tiempos de derrota cuando, como dijeron Rosa Luxemburgo y la historia postgolpe del PS, se piensa más que en los de victoria. Ese aprendizaje es condición necesaria para que la historia de una nueva oportunidad. Como la tuvo el PS el 90.