Se dio el tiempo de saludar en forma especialmente cariñosa a discapacitados, niños y ancianos. Celebró el matrimonio de una pareja de novios, ambos tripulantes del vuelo que lo trasladó a Iquique, los que por diversos contratiempos no habían logrado cumplir su sueño. Se emocionó visiblemente con las palabras de Jeanette Zurita, interna de la cárcel de San Joaquín y de Nelly León, capellana de dicho recinto penitenciario, quien denunció que en Chile, se encarcela la pobreza.  Se bajó del Papamóvil al percatarse de la caída de su caballo que sufrió una de sus escoltas, miembro de carabineros de Chile, preocupado por su estado. Con un itinerario agotador, se mostró siempre sonriente, cercano, sencillo, accesible. 
Si bien es cierto, su visita no estuvo exenta de polémica y cuestionamientos, ojalá que el balance de estos días no caiga en ese reduccionismo, ya que nos beneficiaría tanto como sociedad tomar en serio sus palabras, masticarlas, reflexionarlas, para así revisarnos e identificar nuestras propias zonas de egoísmo, indiferencia y materialismo, de modo de poner en movimiento una actitud mucho más dialogante y solidaria hacia todos, pero en especial hacia quienes piensan distinto y hacia quienes sufren. 
Respecto de la polémica del obispo Barros, percibo que hay en el mundo católico, más interrogantes que respuestas. Muchos no entendemos las decisiones tomadas, sin embargo, no nos sentimos llamados a juzgar al Papa, quien como sabemos, no toma decisiones por capricho, ya que como buen jesuita, el discernimiento para él es central. Tal como lo señaló en la catedral, al mundo religioso y consagrado de nuestro país: "No es de Dios defender la verdad a costa de la caridad, ni la caridad a costa de la verdad. Equilibrio entre ambas. En eso consiste el discernimiento." En este sentido, los católicos  que no nos hemos desencantado con la Iglesia tras conocer los casos de abuso, ya que sabemos que su cabeza sigue siendo Jesucristo y es a Él que seguimos, rogamos para que Dios sane las heridas de las víctimas, para que suscite en los victimarios el reconocimiento del mal causado y que pidan perdón, y por la Iglesia, para que perfeccione sus protocolos y procesos que impidan del todo que haya espacio en sus filas para abusadores, pederastas y encubridores.
El paso del Pontífice por nuestra tierra, tocó sin embargo, muchos corazones y apuntó con sus mensajes, en el blanco de varios talones de Aquiles de nuestra sociedad y de nuestra convivencia. A cada grupo con el que se reunió, Francisco le habló en su idioma, desde su realidad, iluminándola con el siempre novedoso y actual mensaje evangélico. Se preocupó de tomar citas de Violeta Parra, Gabriela Mistral, el cardenal Raúl Silva Henríquez, San Alberto Hurtado, e incluso, de la banda chilena "La Ley" para ilustrar sus puntos. Nos desafió a salir de nosotros mismos para ir al encuentro del prójimo y estar atentos a las necesidades de los demás. A valorarnos en nuestras diferencias, reconociendo la riqueza que esta diversidad nos entrega y nos conminó a dialogar abiertamente con todos, en especial con quienes tienen un pensamiento distinto al propio, bajando las barreras defensivas, para abrirnos a lo que podemos aprender de quienes viven otra realidad, otras experiencias. Rescató en valor de la inclusión, en especial hacia los inmigrantes. Nos pidió que los hagamos sentir bienvenidos y que en nuestro país tienen un gran espacio para desarrollar sus sueños y proyectos.
Nos llamó a ser humildes, a reconocer que no estamos libres de pecado y que la conciencia de las propias heridas, nos libra de sentirnos superiores a otros. Tomar la iniciativa cuando se trata de pedir perdón, no centrarnos en ver la paja en el ojo ajeno, sino tener siempre muy presente la viga en el propio. Porque esta humildad, es un requisito fundamental si queremos paz. Ya que no hay paz sin justicia, y no hay justicia sin perdón. Sin reconocer las propias falencias y la propia contribución al quiebre del diálogo y de la confianza. Porque si dejamos de vernos como adversarios y comenzamos a vernos como lo que somos, hermanos en Cristo, encontraremos la motivación para salir de nuestro espacio de confort y trabajar eficazmente por el bien de los demás, por el bien de nuestra gran familia chilena. 

"En Jesús, nuestras llagas son resucitadas. Nos hacen solidarios, nos ayudan a derribar los muros que nos encierran en una actitud elitista, para estimularnos a tender puentes e ir a encontrarnos con tantos sedientos del mismo amor misericordioso que sólo Cristo nos puede brindar."