Poco antes de que llegara el Papa circuló por las redes sociales una versión apócrifa del supuesto gabinete de Piñera. Al igual que cuatro años antes, cuando una cuenta falsa difundió los supuestos ministros de Bachelet, varios cayeron en la posverdad. Una revisión rápida de la lista arrojaba rápidamente el engaño, pues eran nombres que formaban parte de las especulaciones de los medios. El autor de la broma simplemente resumió los reportes de prensa.

Pero dicho episodio muestra cuán nerviosos están los partidos de derecha ante el inminente gabinete ministerial. El desdén de este hacia las listas con centenares de militantes que le enviaron los partidos hizo salivar aún más a Chile Vamos. Probablemente el enojo presidencial fue ante la inclusión de muchos perdedores en las elecciones parlamentarias; además de algunas joyitas como la de la UDI, que envió decenas de nombres sin incluir a Andrés Chadwick.

Hay una tercera señal, que no ha sido tan visible pero es importante. Piñera, para asegurarse en el comité político, hizo que Gonzalo Blumel, uno de sus asesores más cercanos, fichara por Evópoli, dejando claro que lo quiere en La Moneda y así poder mostrar que tiene a los tres partidos de Chile Vamos dentro de palacio.

Parte de la preocupación se nota en la entrevista en este medio a la senadora Van Rysselberghe, quien más allá de las palabras de buena crianza, desliza los riesgos a los que puede exponerse Piñera si no escucha a sus partidos, como puede ser una serie de roces políticos. Se juega demasiado la vida la senadora, pues quedarse en una posición disminuida dentro del gobierno abriría el apetito de quienes le tienen largas cuentas internas por su estilo y los malos resultados de su partido en las parlamentarias.

La verdad es que en la elección pasada los partidos de derecha no pueden declararse ganadores. Se enfrentaron a una Nueva Mayoría dividida, con un candidato que siempre estuvo primero en las encuestas y un segundo candidato de derecha que no llevaba lista parlamentaria. También las nuevas medidas para el financiamiento de campañas, emanadas de la llamada Comisión Engel, terminaron favoreciéndolos, pues como muestran las estadísticas, los mayores aportes en la contienda parlamentaria fueron para la derecha. Pese a todas las cartas marcadas a su favor, no logró mayoría en ninguna de las dos cámaras, colocando al gobierno que empieza el 11 de marzo en la difícil tarea de ir a cazar votos de oposición a un Congreso que promete ser enardecido. Por tanto, tiene razón la presidenta de la UDI en su tesis de que el gobierno no puede sostener un conflicto de fuego amigo.

La gran variable será cuántos de su gabinete estaban en las listas que le propusieron los respectivos partidos. Si resulta que hay calma en las sedes partidarias, ante la opinión pública quedará un gabinete demasiado derechista y a los cargos de segundo nivel llegarán los operadores políticos a reemplazar operadores políticos.

Por otro lado, si el presidente electo le hace honor a su frase respecto a que los partidos de derecha perdieron su capacidad de influir y decide nombrar un gabinete más cercano a él y con muchos independientes, podrá levantar un discurso respecto a que escuchó a los ciudadanos y que su gobierno está más allá de su coalición política de origen. Pero deberá enfrentar el vendaval que viene desde la derecha política. Probablemente, entonces, para calmar las aguas colmará los gobiernos regionales de intereses de los parlamentarios y así asegurar las votaciones.