TODO RECUENTO de año tiene miradas diferentes. Algunos caerán en la tentación de encontrarlo todo malo; en cambio, otros miramos con claridad lo que hemos hecho y, sin dar recetas, valoramos lo logrado y criticamos lo que se hizo mal.

Los chilenos enfrentamos un año difícil en lo económico, con un precio del cobre bajo y un nivel de crecimiento modesto que se ha enfrentado con mucha responsabilidad fiscal: hablando claro y diciendo lo que se puede y lo que no se puede hacer. Estamos trabajando en una Agenda de Productividad y Crecimiento que esperemos se termine de desplegar el 2017.

Este año aprobamos 15 CFT estatales. Esta es una decisión inédita desde que retornamos a la democracia. Los CFT estarán ligados a la vocación productiva de la región y el Estado recupera un rol importante en el área de formación técnica.

Aprobamos la reforma laboral. Aunque la derecha torció la voluntad del Congreso en el TC, la reforma logró ampliar la negociación colectiva, que se reconozca la huelga efectiva y que se asegure la representación de las mujeres en los directorios sindicales, entre otros aspectos.

Saldamos una deuda y los chilenos en el extranjero podrán votar. En el marco de la Agenda de Transparencia y Probidad, hicimos una ley más estricta para controlar los gastos y el financiamiento de campañas, y una nueva ley de partidos políticos que incorpora la cuota de género para asegurar su presencia en las instancias determinantes del partido.

Avanzamos en materia medioambiental con una ley eléctrica que incorpora más energías renovables y que por primera vez establece una norma que estimula la competitividad en el sector energético y que tendrá como consecuencia una baja en precios para los hogares.

Aprobamos la reforma constitucional para la elección de intendentes. El centralismo, herencia de la corona española, deberá compartir con las regiones sus decisiones para su desarrollo. El desafío es contar con las atribuciones y competencias que las nuevas autoridades regionales requieren, así como los recursos necesarios para una efectiva descentralización.

Hay cosas que nos indignaron este año. La muerte de un trabajador en Valparaíso por un incendio provocado por una molotov. Una mapuche dando a luz encadenada a una camilla. Las atrocidades que hemos conocido al interior del Sename. Las colusiones, los jubilazos, la violencia de género, la inseguridad, la estigmatización de los inmigrantes y las profundas desigualdades que se mantienen son la muestra de lo que no queremos para Chile. También son repudiables los linchamientos populares, la agresión a la nuera de la Presidenta y a un empresario a la salida de los tribunales cuando han sido requeridos por los Tribunales de Justicia.

Esta muestra de hechos nos dice que aún nos queda por crecer, no solo en lo económico, sino, sobre todo, en nuestra capacidad de ponernos en el lugar del otro. En razón de ello, quienes hemos sido honrados con el mandato de tomar decisiones debemos aplicarnos a resolver con prontitud y de manera técnicamente sólida las demandas de la ciudadanía. Tenemos la obligación de hablar con claridad, de manera horizontal y franca, sobre lo que se puede o no se puede hacer. Así se atemperan los populismos. También debemos hacer permanentes esfuerzos para llegar a acuerdos con aquellos que piensan distinto.

Para esto se requieren menos complejos y maximalismos, y más convicción sobre la importancia de llegar a decisiones que perduren en el tiempo. En materia política, hemos tenido un gobierno y una coalición que ha cumplido con el programa comprometido y con los proyectos derivados de él, pero con un nivel de desorden, descoordinación y falta de conducción que hacen que la opinión pública no lo valore y castigue con rudeza a los que estamos en la arena política.

Nuestra gran alegría fue obtener la Copa América Bicentenario. Confiamos en que el próximo año nos brindará otras: la reactivación económica, mayor participación ciudadana, procesos electorales impecables, debates con altura y leyes que adelanten el Chile que queremos.