La nueva denuncia por abuso en contra de un exsacerdote que agita a otro colegio de los Legionarios de Cristo

El Colegio San Isidro comenzó a operar en 1991, ocho años antes de los hechos denunciados. Se encuentra en la comuna de Buin, de la Región Metropolitana, y hoy tiene más de 750 alumnos.
El Colegio San Isidro comenzó a operar en 1991, ocho años antes de los hechos denunciados. Se encuentra en la comuna de Buin, de la Región Metropolitana, y hoy tiene más de 750 alumnos.

El San Isidro, establecimiento ubicado en Buin, vive días convulsos luego de que se conociera que un exalumno ingresó durante la segunda mitad de agosto una acusación por hechos ocurridos entre 1999 y 2001. El movimiento religioso ya está enterado de la situación, que se suma a la que sacude al Cumbres, su institución educacional emblema.


A las 21:05 horas del jueves 24 de agosto, el grueso de los apoderados del Colegio San Isidro, ubicado en la comuna de Buin (Región Metropolitana) y perteneciente a los Legionarios de Cristo, recibió un correo electrónico cuyo asunto se titulaba “Comunicación Dirección CSI”. Pocos minutos después, las interrogantes ya circulaban con pocas chances de frenarse al interior de la comunidad del establecimiento particular, que hasta ahí, sin pasarlo por alto, solo veía con cierta distancia lo que ocurría con otra de las instituciones educacionales de los Legionarios, el Colegio Cumbres.

Y es que aunque el Centro de Padres había sido informado de la situación que motivaba el mail horas antes esa misma jornada, no fue sino hasta ese correo electrónico institucional que el ambiente comenzó realmente a enrarecerse. ¿Por qué? En el texto firmado por Ana María González, directora del colegio, se informaba de una denuncia efectuada por un exalumno en contra de un exsacerdote de la institución.

De golpe y porrazo, al Regnum Christi, de donde provienen los Legionarios de Cristo, se le abría otro flanco además del caso ya conocido que estalló en las últimas semanas en el Cumbres y que derivó en una carta de 32 exconsagradas que aseguraban haber sido sometidas a un ambiente en el que el abuso de poder y conciencia “era lo común”.

“Querida comunidad San Isidro: junto con saludarlos, les informo que el día de hoy el padre Gabriel Bárcena, director territorial de los Legionarios de Cristo, nos ha informado sobre una denuncia presentada el pasado 18 de agosto contra un exsacerdote que trabajó en nuestro colegio”, partía el texto de la directora González, el que proseguía así: “El denunciante es un exalumno de nuestra comunidad, por hechos que habrían ocurrido entre los años 1999 y 2001″.

En tal sentido, hacia el final de la breve comunicación se exponía que “en un momento especialmente sensible para nuestra comunidad, como colegio pondremos todo de nuestra parte para colaborar proactivamente con el esclarecimiento de los hechos y la verdad en relación a este caso”.

En paralelo, ese 24 de agosto el propio Gabriel Bárcena, quien como se ha dicho es director territorial de los Legionarios de Cristo y por tanto es la máxima autoridad del movimiento en Chile, hacía lo propio, al comunicar escuetamente algo en una línea similar: “Deseo informar que el viernes 18 de agosto recibí una denuncia de un exalumno del Colegio San Isidro, quien refiere haber sufrido una situación de abuso por parte de un exsacerdote legionario de Cristo entre los años 1999 y 2001″.

La denuncia, acorde a conocedores de esta, fue presentada por la persona afectada ante el Departamento de Prevención de Abusos de la Conferencia Episcopal de Chile ese mismo 18 de agosto y es reservada.

En los próximos días daremos curso a la investigación por medio de un abogado externo a la congregación”, aseguraba Bárcena hace casi dos semanas. Además, señalaba que se entregarían todos los antecedentes a la autoridad competente “para que aplique el procedimiento que corresponda”.

Y concluía: “Acogemos a quien denuncia y manifestamos una vez más como Legionarios de Cristo nuestra disposición a colaborar con las instancias que nos requieran y pondremos los medios a nuestro alcance para llegar a la verdad. Los mantendré informados”.

Con todo, y aunque la denuncia es por hechos que habrían ocurrido hace más de dos décadas, el Colegio San Isidro adoptó medidas, aunque en rigor ya las venía tomando por lo ocurrido en el Cumbres.

De hecho, al día siguiente de enviado el breve mail informativo, la directora del establecimiento volvió a dirigirse a los miembros del colegio, esta vez extensamente. “Dados los últimos acontecimientos profundamente dolorosos que estamos viviendo en nuestra comunidad, queremos enfrentar esta crisis como una oportunidad para detenernos y mirar más allá de las múltiples tareas y procesos propios de la vida de un colegio, hacia el sentido profundo de lo que hacemos. En momentos de fuerte remezón hay que buscar la roca sólida, desde la cual se constituye la esencia del proyecto educativo y su razón de ser”, dijo esa vez, en alusión al problema que ahora había ocurrido puertas adentro, pero también en referencia al que ya los había golpeado como colegio perteneciente a los Legionarios, con sacerdotes que conocían de cerca.

Además, informaba que mientras se completara la actualización del Protocolo de Ambiente Seguro del colegio y este a su vez se socializara con la comunidad, habría una serie de medidas.

Por ejemplo, los retiros de cursos comenzarían a ser dirigidos y atendidos por dos profesores y el sacerdote participaría en momentos específicos, como reflexiones y exposiciones sobre Dios. “Las confesiones serán de carácter voluntario, como siempre, en lugares abiertos y con visibilidad. En algunas oportunidades acompañará al curso la consagrada dando alguna reflexión. Si algún apoderado lo desea, puede asistir”, aseguró la directora.

Asimismo, las salidas de la actividad de Participación Social serían dirigidas por los profesores de la asignatura, acompañadas por uno o más apoderados y, en su defecto, un profesor adicional. Pero no era todo: las confesiones desde tercero básico, con los cursos en las capillas, podrían comenzar a ser con apoderados como asistentes, así como que las entrevistas de familia serían realizadas con la información entregada por los profesores jefes, no siendo necesaria una entrevista previa de los asistentes de familia a los alumnos.

“En caso de apertura de algún protocolo de convivencia escolar, serán las profesoras jefas, coordinadoras de ciclo, asistentes de coordinación de ciclo y encargados de convivencia, quienes saquen a los alumnos para conversar con ellos, siempre en un lugar visible”, rezaba una de las nuevas orientaciones, así como otra señalaba que el área de psicología “no sacará alumnos de la sala de clases a excepción de aquellos que lo soliciten o que la encargada de convivencia considere importante hacerlo”.

Pero, además, en esa oportunidad la directora también daba cuenta de las acciones que se habían tomado (lo mismo han hecho otros colegios de la congregación) luego de estallado el caso de su hermano Colegio Cumbres, con sacerdotes acusados que en distintas instancias de los Legionarios habían compartido con personas de ambas comunidades escolares.

Así, se enumeraban visitas de dirección a cursos de séptimo básico en adelante para resolver sus inquietudes, reuniones con apoderados que buscaban más detalles sobre el desarrollo de los acontecimientos o encuentros informativos con todo el personal del colegio.

“En estos momentos de dolor para todos, esperamos que la información entregada sea un aporte para ustedes y nos ponemos a su disposición confirmando como comunidad educativa nuestro compromiso con la verdad, el bien y el cuidado de nuestros alumnos, que son el centro de nuestro quehacer formativo”, cerraba Ana María González.

La Tercera hizo el ejercicio de contactar al padre Gabriel Bárcena, director territorial de los Legionarios, para conversar sobre la denuncia, pero este no contestó los llamados.

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